20 de marzo de 2010

ORIGENES DE LA VIDEOASTRONOMIA ANALOGICA / COSMOSUR

 
 
 
 Galería Fotográfica Expediciones Cosmosur



 




 
 
 
INTRODUCTION:


In the year 1977, a small number of Astronomy amateurs, founded the expeditionary Group COSMOSUR. This gave them the opportunity to make various trips in order to register with different technologies of observation one of the most impressive natural phenomena that the human being can enjoy: Total Eclipse of Sun. In three almost consecutive years, we achieved to observe and to register successfully the total eclipses that passed by Kenya (1.980), Central Siberia (1.981) and Java (1.983). This page pays homage to the persons who remained for the way and who without their participation, Cosmosur had not been what was, has been and it will be.

VIDEO ASTRONOMY:

Despite the very satisfactory results achieved in the first expedition to Kenya, on February 16th of 1.980, not only photographic but also cinematographic, due to a small mishap in the filming of 16 mm of the eclipse, it was decided that in the following expedition of July 31 of 1.981, that was undertaken in Bratsk (Central Siberia), the recording will be done by means of video support, concretely with a Sony filming equipment that recorded in format U-Matic of 3/4 ". On this way, the group managed to obtain the short-film of a Total Eclipse of Sun, for the first time for our country, in a video support. Since then the author Alfredo Vidal has been experimenting on this audio-visual field with different cameras either domestic or industrial type, producing small video clips of documentary interest, being its way of publication the content of this blog. From now on they will be appearing in this blog, small clips of video astronomy which have never been published previously in the net. The only merit of this consists on the fact that they were obtained by the analogues devices that existed in this time, before we entered in the current digital age, with the current cameras CCD, webcams and other modern devices to capture digital images.


         Galeria de Astrofotografía Planetaria de Alfredo Vidal
 






 

INTRODUCCION:

Con motivo de la formación del Grupo expedicionario COSMOSUR, en el año 1.977, un reducido número de personas aficionadas a la Astronomía tuvieron la oportunidad de registrar con diferentes técnicas de observación el desarrollo de uno de los fenómenos naturales más impresionantes de los que puede disfrutar el ser humano: Un Eclipse Total de Sol. En tres años casi consecutivos se lograron observar y registrar con éxito los eclipses totales que transcurrieron por Kenya (1.980), Siberia Central (1.981) y Java (1.983). Esta página sirve de homenaje a las personas que se quedaron por el camino y que sin su participación, Cosmosur no hubiera sido lo que fue, ha sido y será.

VIDEOASTRONOMIA:

A pesar de lograr en la primera expedición a Kenya, el 16 de febrero de 1.980, unos resultados muy satisfactorios tanto foto como cinematográficos, debido a un pequeño percance en la filmación de 16 mm del eclipse, se optó en la siguiente expedición del 31 de Julio de 1.981, realizada en Bratsk (Siberia Central), por realizar la filmación central con soporte de video, concretamente con un equipo de filmación de la marca Sony y que grababa en formato U-Matic de 3/4", logrando realizar el primer corto de un Eclipse Total de Sol por primera vez para nuestro país en un soporte videográfico. Desde entonces el autor Alfredo Vidal ha ido experimentando en este campo audiovisual con diferentes cámaras tanto de tipo doméstico como industrial, realizando pequeños clips de interés documental, cuyo medio de publicación será el contenido en este blog. En lo sucesivo irán apareciendo en éste, pequeños clips videoastronómicos inéditos en la red, y cuyo único mérito reside en que fueron obtenidos con los dispositivos análogicos que había en esa época, antes de que entraramos en la actual era digital, con las actuales cámaras CCD, webcams y demás dispositivos de captación de imagenes digitales modernos. 29 de Enero de 2009. Copyright Cosmosur.
 

Galería de Astrofotografía Lunar y Solar de Alfredo Vidal

 





 









 
GALERIA DE VIDEOCLIPS
(Imagenes sin tratamiento)
 


























 
Leer más...

Cosmosur-81. Expedición a Siberia

COSMOSUR
EXPEDICIÓN SIBERIA-81

Por los Senderos de la Ciencia

Diario Personal de la Expedición
Por Manuel Bernabeu


DOMINGO 26 DE JULIO DE 1981

21h 00m – MOLLERUSSA. En la residencia de Marrades el Grupo COSMOSUR se encuentra reunido y pertrechado para la expedición. Sus componentes son:

JUAN VIDAL PEREZ
MARIA FILOMENA DE SILVA MUÑOZ
ALFREDO VIDAL PEREZ
JAVIER FERNÁNDEZ RODRIGUEZ
JAUME MARRADES MARSOL
JOAN GENEBRIERA CLIMENT
HERMINIA IBÁÑEZ PÉREZ
JOSÉ MARÍA TOMÁS MAZCARAY
EDUARDO CIFUENTES TORRES
(quien se reunirá con nosotros en Madrid)
y MANUEL BERNABEU FERNÁNDEZ

Como el avión que ha de trasladarnos a Moscú sale de Madrid, se decidió ir a la capital valiéndonos de los vehículos de Genebriera, Marrades y Alfredo. Así que la distribución del personal se ha hecho de la siguiente manera:

Coche de Genebriera: Joan, Herminia, Juan y Filo.

Land Rover: Alfredo y Javier.

Coche de Marrades: Jaume, José María y Manel.

21h 23m: A la Salida de Mollerussa nos hemos detenido en una gasolinera, en donde ponemos 46,5 litros de gas-oil que nos cuestas 3.300 pesetas.

21h 30m: Reiniciamos la marcha.

22h 15m: Pasamos frente a la residencia de los Condes de Urgell

22h 18m: Entramos en la ciudad de Lérida.

22h 20m: Equivocamos la ruta dentro del casco urbano.

22h 25m: Salimos de Lérida.

22h 37m: Entramos en Fraga.

22h 40m: Zaragoza a 120 Km.

23h 50m: Nos metemos en la autopista de Zaragoza.


LUNES 27 DE JULIO DE 1981


00h 05m: Entramos en Zaragoza (Ello me hace recordar un estribillo que nos cantó Javier: “Zaragoza, Zaragoza, que “paices” Nueva York, pues “tiés” catedrales y obispos y casas de “prestitución”).

00h 07m: Salimos de las casas de prestitución, digo, de Zaragoza rumbo a Madrid.

00h 20m: Paramos en el hotel “El Cisne”, a 309 km. de la Capital del Estado; pero, desafortunadamente el establecimiento estaba cerrado. Así que no nos quedó más remedio que reemprender la marcha otra vez.

01h 10m: Comemos un refrigerio en un restaurante de carretera que estaba abierto a esta hora.

01h 40m: ¡En marcha otra vez!

Apenas se conversa en el coche y como yo viajo en la parte trasera, decido estirarme en el asiento y tratar de conciliar un sueñecito.

05h 30m: El traqueteo del vehículo me despierta. Miro el reloj y compruebo que he dormido tres horas y veinte minutos. Está amaneciendo y hemos llegado ya al aeropuerto de Barajas.

06h 00m: Estamos en la destartalada sala del aeropuerto. No hay personal que atienda a los servicios. Incluso la cafetería está cerrada.

08h 25m: Aparecen Ripero (el buscador de novas) y Cifuentes; quien va cargado a más no poder con sus bártulos. (Hubimos de hacer un repaso de todo el material que llevaba y obligarle a dejar en manos de Ripero una buena parte de sus trastos, ya que -¡asombroso!- llevaba hasta una voluminosa guía ferroviaria con todos los horarios de los trenes de RENFE. Me pregunto ¿para qué demonios querría Eduardo esta guía?.

08h 35m: Viene el muchacho de la agencia.

08h 40m: Mientras rellenamos unas tarjetas de identificación, nos regalan una especie de monederos.

09h 27m: Pasamos el control de visados.

Antes de proseguir, una anécdota: una señora con aire despistado y ansioso, abordó a nuestro grupo y preguntó: “Perdonen, ¿dónde está el Camión para Alemania?!!!...

09h 37m: Tenemos problemas con Aduana. Quieren saber qué “mercancía” sacamos del país.

10h 14m: Se arreglan las cosas (Juan, en previsión, llevaba una carta oficial en la que se especificaba el material que transportábamos) y logramos pasar a través de los controles.

10h 20m: Las cosas han vuelto a estropearse. No sabemos lo que ocurre. Varios guardias civiles se muestran inquietos. Entra un grupo de rusos con aspecto deportivo. Los guardias civiles siguen en sus trece. Finalmente viene un directivo de la “Aeroflot”, y poco después, éste llama al “Grupo de las Palmas”.

Al “grupo de las Palmas” hubimos de seguirle el resto de la gente ya que, una vez más, nos vimos obligados a pasar por el control de rayos X.

¿Qué es lo que había ocurrido? Pues, al parecer, uno de los “canarios” había comprado una pistola de juguete, a la que había puesto en una bolsa, y el chisme detector había conservado en la memoria la forma del artefacto y dio la alerta.

Después de haber dejado las cosas claras, nos hicieron pasar a la Sala Once, en lugar de la Diez, que era en la que estábamos. Nos colocaron a la entrada mismo y, ¡por fin!, se abrió la puerta; pero, en lugar de ir directos al avión, primero nos hicieron bajar por una desvencijada escalera. Luego nos montaron en un autocar.

Antes de subir a la aeronave, el funcionario de la “Aeroflot” nos obligó a reconocer el equipaje que embarcábamos.

11h 20m: Ya estamos acomodados en el interior de la cabina. Los asientos no son muy cómodos y carecen de los servicios corrientes de los vuelos internacionales que existen en las aeronaves occidentales –no hay hilo musical ni, tampoco, cine-.

El vuelo es el “SU-300”. Cabina VA. Destino Moscú.

11h 25m: Todavía estamos clavados en la pista. Pedimos información. Parece que el vuelo tendrá una duración de 4 horas y 40 minutos.

11h 27m: El avión comienza a deslizarse por la pista; pero, al poco se detiene.

11h 37h: Seguimos inmovilizados. En la cabina de pasajeros hace un calor de infiernos. Parece que nuestra detención se debe a que debemos dejar que tomen tierra dos aviones.

11h 41m: Iniciamos el despegue a través de la pista número 33.

11h 47m: Volamos. Rumbo Nordeste-Este.

12h 05m: Sobrevolamos Logroño.

12h 20m: Estamos pasado por encima de los Pirineos.

12h 39m: Volamos sobre un manto de estrato-cúmulos.

12h 40m: Una de las azafatas pide cambio. Un miembro de nuestro grupo le da cambio de mil pesetas en billetes de cien. Pocos después, esta misma azafata le devuelve cien pesetas, pues al parecer nuestro amigo le dio mal el cambio y sobraban esos veinte duros.

12h 50m: Nos sirven una “comida”. Viene anunciada como proveniente de un “catering” de Madrid. Era mala, como todas las comidas que he tenido el “placer” de degustar volando en la clase turística.

13h 10m: Estamos sobrevolando los Alpes. Allá enfrente tenemos al Cervino y, poco despues, divisamos la cumbre del Mont Blanc emergiendo de entre un mar de espesas nubes que asemejaban madejas de algodón blanquísimo.

13h 19m: Viene a saludarnos la esposa del primer secretario de embajada española en Moscú, don Rafael Mendíl Pedrolo, lo cual nos dio una grata sorpresa. Se llama Conchita. Es rubia y muy monilla .

Entablamos conversación. Lógicamente, por nuestra parte, nos interesa conocer todo lo que podamos del mundo y ambiente en el que nos vamos a desenvolver.

Conchita nos cuenta lo aburrida que le resulta la vida en Rusia; sobre todo en invierno. Además, sucede que los ocupantes de la embajada tienen la sensación de estar en un Ghetto, ya que están siempre vigilados por los “milicianos”, que es el nombre que se da a los policías en la URSS. También nos advierte que escasean mucho los productos alimenticios. Hay colas para todo y nos recalca que si vamos fuera de la capital es mejor que llevemos algo de comida.

Conchita tiene dos niñas y ha venido ha pasar unas vacaciones en España.

15h 20m (seguimos con la hora española): Volamos por encima de un mar de nubes. No se ve el suelo.

15h 43m: Iniciamos la maniobra de aproximación al aeropuerto de Moscú.

15h 57m: Nos introducimos en un frente nuboso (cúmulo-nimbus). Hay fuertes turbulencias que conmueven el aparato.

16h 10m: Aterrizamos en el aeropuerto de Moscú.

COMENTARIO: Aviones de la “Aeroflot” (Definición): Extraños engendros parecidos a cualquier avión europeo por pura coincidencia. En el que nosotros volamos era un pájaro desvencijado, o mejor dicho, muy mal cuidado. Al introducirse en la cabina, un olor denso ofende las pituitarias. Por otra parte, el vuelo resulta una contradicción entre la suavidad del ruido de los motores con la brusquedad de las maniobras realizadas por el piloto. Así, el aterrizaje fue muy duro; aunque el firme del aeropuerto resistió el impacto. Por nuestra parte, no tuvimos más remedio que aguantar estoicamente la maniobra de la toma de tierra; aunque no por ello alguno de sus miembros llegó a jurar en arameo (lengua que aunque no dominamos, por la expresión de nuestro amigo, sabíamos lo que estaba diciendo).

16h 23m: Comienza el calvario de las aduanas.

COMENTARIO: Cuando el viajero llega por vez primera a la URSS no puede tener una idea aproximada de lo que le espera. Cree el pobre infeliz que llevando el pasaporte visado reglamentariamente es suficiente; pero, desagraciadamente para él eso no es así,

Primero ha de atravesar un extraño control. En efecto, se trata de que el viajero ha de situarse, en posición de firmes, ante una garita en cuyo interior hay un par de milicianos que le dirigen una mirada helada.

Te has de colocar frente a ellos, quitarte las gafas y el sombrero y entregar el pasaporte y visados. Entonces, uno de los tipos embutido en su uniforme empieza a mirarle a uno fijamente; lo cual te da la sensación de que te quiere hipnotizar.

Luego mira hacia abajo, en donde teóricamente debe de encontrarse nuestra documentación y uno piensa que el miliciano la está revisando; sin embargo, no tienes la seguridad de que ello sea así, ya tu vista sólo alcanza hasta la corbata de los “polis”.

Sigue, luego, un cuchiceo con el otro mequetrefe uniformado y vuelta a empezar. Así, los minutos –digo bien- van discurriendo. Cinco, diez ... Llega un momento en que pierdes la noción del tiempo en tanto tu vista se clava cada vez con más ira en la garganta del primero de aquello tipos que tienes enfrente. ¡Con qué gusto le echarías una apretadita!

El que tuvo más problemas fue el pobre Joan Genebriera. Resulta que Joan utiliza un magnífico peluquín para disimular su calvicie; pero, al igual que hiciera en la expedición a Kenia, no se lo puso para viajar. Pero, sucedió que las fotografías que figuraban en el pasaporte y visados, se las hizo con el peluquín. Así que tras obligarle a quitarse la gorra que llevaba, los milicianos le miraron y remiraron y también hicieron lo propio con los documentos que él les había entregado. Después de haber transcurrido una eternidad, manteniéndole en una ridícula posición de firmes, uno de los milicianos con voz seca le dijo -¡y en español nada menos!:

-Dokumento natzional idetitat!

Joan, resignadamente, saco el DNI y se lo entregó a los militares. Otra espera larga, larga, laaarga. Finalmente, uno de ellos, señaló la fotografía (en la que también aparecía con el peluquín) y, luego, la fecha en la que fue expedido el DNI. Hizo gestos ostensivos de que en tan poco tiempo no podía haber perdido el pelo.

Joan, entrado en la desesperación, comenzó a balbucear tartamudeante y sudoroso:

-Peluca....Peluqiín ...Postizo ... False hair ....¡Co...coo...collons!

Por fin, los milicianos dejaron pasar a lo que quedaba de Joan (La verdad sea dicha, es que la mayoría de nosotros nos estábamos petando de risa para nuestros magines, puesto que, realmente, la situación, kafkiana por cierto, había tenido una bis cómica terrible).

Así, uno tras otro, los miembros de COSMOSUR-81 fuimos pasando por aquel control. Una advertencia: en la URSS, eso de que el tiempo es oro no cuenta.

Como bien decía, el calvario del control personal sólo era el principio. Luego vino el de recoger el equipaje y dirigirnos hacia la inspección de aduana; en donde, aparte del examen del equipaje, tienes que declarar los objetos, más o menos valiosos que llevas encima (las muelas de oro no las declaramos ¡ea!) y libros.

Hablando de libros, un consejo: no hay que llevar ningún libro de ideología contraría al marxismo o que sea sospechosa de serlo (no bromeo).

En la aduana de equipajes nos encontramos ente un verdadero tapón de gente. Todas aquellas personas iban arrastrando sus bártulos y su número iba “in crescendo” ante la llegada de nuevos viajeros procedentes de otros tantos vuelos y la parsimonia con que actuaban los funcionarios correspondientes.

20h 30m (oro de Moscú, digo, hora de Moscú). El personal de la embajada de España que había venido a recoger a Conchita, puesto en antecedentes por ésta, vino en nuestra ayuda; de modo que gracias a su impagable colaboración logramos atravesar el calvario aduanero.

En esta operación se nos incorporó un muchacho español, a quien conocimos en el avión, y que dijo llamarse Pedro, quien venía a la URSS para proseguir sus estudios de ingeniería aeronáutica.

Cuando salimos al vestíbulo de aquel inmenso aeropuerto, ya no estaba esperando el guía de la “Spoutnik” o, mejor dicho, se marchaba ya, dada nuestra tardanza.

El guía dijo llamarse Nicolai (aunque recalcó que le llamáramos Nicolás) y, según sus palabras, será nuestro cicerone en todo el tiempo que dure nuestra estancia en la URSS.

Poco después de las presentaciones quedamos muy sorprendido al ver que Nicolai y Pedro ya se conocían (¿?).

Nicolás arregló las cosas para que el “amigo” Pedro viniera con nosotros en el autocar que había de llevarnos al hotel, ya que, según parece, Pedro no tenía forma de llegar a la residencia de estudiantes de Moscú (cosa un tanto sorprendente ¿no?),

COMENTARIO: A partir de las 20h 15m estuvimos circulando por las calles de Moscú. En ellas aparecía una tranquilidad desusada en nuestras latitudes. Muchas de estas calles son, en realidad, avenidas desmesuradamente anchas (“perspectivas” las llaman por estos pagos).

Nicolás nos dijo que Moscú, en ruso MOCKBA, es la capital de la Federación de Rusia, capital de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas. Tiene unos ocho millones de habitantes. Es la sede del Soviet Supremo, de la Administración militar y Religiosa. Diariamente tiene dos millones de visitantes.

Esta Megalópolis se extiende 35 km de Este a Oeste y unos 40 km. de Norte a Sur; hallándose enclavada a una altura de unos 120 metros sobre el nivel del mar. Las temperaturas en invierno son muy extremadas, pudiendo llegar a los –40 grados centígrados bajo cero.

Mientras el guía seguía con su letanía de datos y cifras, imposibles ya de recoger en apuntes o retener en la memoria, íbamos recorriendo las Perspectivas moscovitas. Aquí un puente. Más allá tal o cual monumento. El que más nos llamó la atención fue el dedicado al primer cosmonauta de la humanidad: Yuri Alexeievich Gagarin, quien a bordo del “Vostok 1”, logró salir al espacio exterior y circunvalar la Tierra. Eso ocurría un miércoles 12 de abril de 1961 (en aquella fecha, yo era un muchacho y recuerdo que la noticia me produjo una profunda emoción, puesto que aquella gesta, lo sabía, abría a la humanidad las puertas de los viajes espaciales).

Volviendo al monumento a Gagarin diremos que la escultura está toda ella hecha de titanio y su visión parecía ser la de un memorial dedicado a Flash Gordon.

-¡Allí, allí, el Kremlim!

-¡Allí, allí, el Palacio Olímpico!

-¡Ostras, mirad, la Iglesia de San Nicolás!

Así es como se iban sucediendo los acontecimientos.

El guía nos informó que Moscú es la ciudad con más verde público del mundo. Así, a primera vista, no lo ponemos en duda.

En ocasiones, a todos los que vivimos en Barcelona, nos daba la sensación de que el autocar estaba circulando por la Diagonal, en su sector de Pedralbes.

Cuando circulábamos por una calle, una especie de policía tocado un una gorra de plato de color blanco, nos hizo señas y detuvo el autocar. Poco después subió acompañado de un hombre. El guía nos dijo que aquella persona estaba enferma. Sin embargo, al fijarnos bien en el individuos en cuestión, vimos que, aparte de llevar un niki poroso, un pantalón oscuro, muy raído, y unas viejas zapatillas, aquel hombre no tenía otra enfermedad que la de haber cogido una “cogorza” como un piano..

Dejamos a esta “extraña pareja” delante de la entrada de una especie de comisaria.

22h 01m: Llegamos al hotel. Este tiene por nombre “Orlinok”, que, en cristiano significa “El Aguilucho”.

El hotel es un edificio de doce plantas y tiene aspecto moderno. Parece ser que fue construido para las Olimpíadas que tuvieron lugar el año pasado.

Descargamos los bártulos; entre ellos, claro, nuestra pesadilla: EL BAÜL. Como anécdota diremos que cuando solicitamos ayuda para trasladarlo al vestíbulo del hotel, nos dijeron que para ello teníamos que pagar cinco rublos -¡más de cinco dólares, según el cambio artificial oficial!- por arrastrarlo unos metros. Dijimos que nones. Así que el trabajito lo hicimos nosotros.

En el ínterin, le comentamos al guía si podíamos cenar algo. La idea pareció gustarle.

Dejamos nuestro equipo en el vestíbulo al cuidado de una rubia, algo llenita, pero con unos ojazos preciosos. Muchos de nosotros pensamos que esta chica era la “gachí” de Nicolás para esta noche.

Cruzando por un amplio salón, adornado con una fuente central, subimos al primer piso, que es en donde estaba el comedor e íbamos a cenar.

En este comedor, una orquestita, con solista y todo, amenizó nuestra cena –bueno, es un decir, porque lo que hacían era meter un ruido atronador-. Algunas jovencitas, vestidas a la occidental, traban de bailar a lo occidental..

La comida nos fue servida por una apática camarera, más interesada en acabar su jornada laboral que en atender al cliente.

Para que conste en la “Memoria galáctica”, detallaremos en qué consistió nuestro primer menú genuinamente moscovita:

PRIMER PLATO: Una especie de sardinas mal olientes y de pésimo sabor, las cuales iban acompañadas de una bola de mantequilla y de unas galletas de extraño relleno y no menos extraño sabor.

SEGUNDO PLATO: Una croqueta grande de carne con guarnición de patatas.

BEBIDAS: Para beber nos dieron agua caliente. Protestamos y pedimos cerveza. ¿saben que nos dieron? Pues ¡Más agua caliente!

Después de cenar, llegó el momento de distribuir el personal en las habitaciones. Alfredo, Javier y este cronista les tocó la habitación número 1115.

Resultó que las habitaciones destinadas a albergar a tres personas no tenían más que dos camas y un sofá bastante pequeño y estrecho. Además, la habitación era en realidad un habitáculo pequeño y demasiado caldeado.

Por otra parte, lo que podríamos llamar camas, las sábanas que las cubrían tenían, en su parte central, un inmenso agujero oval, el cual supusimos que sería como una especie de boca para meter las mantas en su interior.

Descontentos como puede suponerse, bajamos al recibidor del hotel para realizar la oportuna reclamación. Allí, todavía, seguía montando guardia la presunta “partenaire” de Nicolai que, por su mirada, pudimos darnos cuenta de que ya estaba bastante mosqueada por el trabajito que le había dado nuestro guía.

Hablamos con Nicolás. Le explicamos lo que sucedía en las habitaciones triples (pues no fuimos nosotros los únicos en tener problemas). Sin embargo, el ruso quitó importancia al asunto y al final no pudimos hacer otra cosa que volver a las habitaciones guaseándonos. Luego, establecimos turnos para la ducha y nos aprestamos a pasar la noche.

Unas palabras sobre el “cuarto de baño”. El presunto baño es un recinto pequeño. Sólo tiene una pica y la taza del inodoro. La ducha está junto al lavamanos y no existe ningún recipiente para contener el agua (como podría ser un simple plato de ducha); por ello el líquido elemento cae directamente al suelo, discurriendo hacia una especie de desagüe que se encuentra en el centro del “baño”. Gracias a este “ingenioso” procedimiento, el cuarto queda todo inundado (por esta razón, supusimos que en la URSS consideran que las bañeras son un artículo de lujo).

Además, lo que sí había –y en cantidad-, y suponemos que no estaban incluidas en el precio del hotel, eran cucarachas, las cuales correteaban por suelos y paredes (lo que debemos de agradecer es que, como todo en Rusia, no fueran las más grandes del mundo, porque si no ...).

Como estábamos cansados, pasamos de todas las incomodidades. Nos echamos en camas y sofá y, pronto, quedamos dormidos.

Así acabó nuestro primer día “rojo”.


MARTES 28 DE JULIO DE 1981


Los habitantes de la habitación 1115 nos despertamos hacia las siete de la mañana. Luego, según los turnos establecidos, nos aseamos y bañamos.

A las ocho y cuarenta minutos bajamos a desayunar. Tuvimos la sorpresa de ver que allí estaba Pedro, el estudiante de aeronáutica. Por ello, durante el desayuno tratamos de sacarle algo al “amigo Pedro”.

Según lo que nos dijo, está estudiando, o mejor dicho, va a estudiar la carrera de ingeniero aeronáutico. El año pasado estuvo en Leningrado estudiando ruso, idioma que nos dio la sensación de conocer demasiado bien para haber realizado únicamente un curso (fue una lástima que a nadie se le ocurriera preguntarle cómo es que conocía a Nicolás).

El desayuno consistió en una rodaja de pan de centeno, untada con mantequilla, un bollo –infame- de pan frío y amazacotado (suponemos que por haber estado recién descongelado). Una mísera rodaja de queso, aderezado con ricas moscas, unas salchichas, un vaso de agua y una especie de cacao caliente.

Luego, ¡ay!, comenzaron a surgir los problemas. Resulta que no podremos ir a Bradsk porque, según se nos comunica, no hay lugar en donde hospedarnos.

12h 10m: Estamos sentados en el recibidor del hotel “Aguilucho”. Juan Vidal y el guía se han marchado para realizar gestiones encaminadas a resolver el problema que se nos ha presentado.

Este tiempo muerto lo aprovechamos para enviar por correo nuestras primeras postales. Cada franqueo para España nos cuesta 32 kópecs.

Estas tarjetas, de no muy buena calidad por cierto, las hemos comprado en unas tiendas llamadas “Beriozkas”, que en ruso viene a significar “Abedul”. En estos establecimientos puedes comprar los más variados artículos extranjeros y rusos y, aparte, tienen la particularidad de que puedes pagar con cualquier tipo de moneda occidental fuerte –dólares y marcos sobre todo-.; sin embargo allí no se admite el pago con su moneda nacional, el rublo.

13h 30m: Seguimos a la expectativa.

Es curioso observar el frecuente trasiego de soldados por el hotel. Visten uniformes de color caqui. Incómodos a todas luces, puesto que las guerreras son muy cerradas, los pantalones estrechos (muy parecidos a los que se utilizan para montar a caballo), enormes gorras de plato (que, en la mayoría de los casos, las llevan encasquetadas en la coronilla, lo cual no deja de darles un aire ridículo, sobretodo si el soldado es bajito, cosa nada infrecuente) y, finalmente, calzan unas pesadas botas de caña alta, que tienen la particularidad de llevar unos clavos en los talones; de manera que cuando el soldado camina se le oye a una legua de distancia.

13h 40m: Vienen Juan y el guía. Definitivo, no hay forma de tirar el asunto adelante. Así pues, no habrá más remedio que ir a la Embajada de España a solicitar ayuda.

El guía Nicolás nos ha llevado a un autocar, el cual nos conduce a la Embajada de España.

En la calle en la que se encuentra ubicada la sede diplomática de nuestro país hay otras embajadas; pero, todas ellas tienen algo en común: presentan exteriormente un aspecto destartalado. Además, ante las entradas de los edificios hay una garita. En ella montan guardia un par de milicianos. Observamos que dentro de estos cubículos hay teléfonos.

Entramos dentro del edificio. Nicolás se ha quedado fuera haciendo compañía a los chicos de uniforme.

Sale a recibirnos uno de los secretarios, a quien le hablamos en catalán.

Juan Vidal y Genebriera desaparecen en el interior de las oficinas. El resto del grupo nos quedamos en el recibidor.

Comienzan los trámites. Hay mucho ajetreo y movimiento de personal.

Se nos presenta el Canciller de la embajada. Entablamos conversación con él. Se llama Alberto Quintana. Fue un antiguo aviador de la República que, luego, luchó en las alas del Ejército Rojo.

Piden datos: ¿Lo sabe Intourist? ¿Lo sabe la Academia de Ciencias de la URSS? ...

15h 15m: El Embajador nos llama.

Fue el mismo Juan Vidal quien hizo las presentaciones. Se llama Luís Guillermo Perinat y Elió, Marqués de Perinat. Aparenta unos cincuenta años. Su trato es cortés y amable –muy distinto a su colega de Kenia.

Tras unas breves charlas, regresamos a las salas de espera.

Fue entonces cuando reparamos en el hecho de que la Embajada tenía el aspecto de haber sido reestructurada recientemente.

Para la que conste en la “Memoria Galáctica”, anotaremos los siguientes datos:

Nª de índice postal de la Embajada de España en la URSS: 110.034

Teléfono de la Sección consular de la Embajada: 201.57.7

Oficina de Traducciones: Moscú A – 40, Lenindraski, Pr., nº 23 (frente hotel Sovietiskaia). Teléfono 250.04.07 y 250.08.39.

15h 40m: No hay noticias. Seguimos a la espera.

La modorra, debido al aburrimiento, nos invade y la mayoría de nosotros sestea.

16H 20M: Como las cosas iban muy lentamente (ya dijimos que aquí en la URSS parece que la prisa no cuenta), decidimos ir a comer, dejando que fuera la Embajada la que se encargara de realizar las gestiones oportunas.

Eran casi las cinco de la tarde cuando aparecimos por el Hotel Orlinok. Menos mal que aún tuvieron la amabilidad de servirnos una comida.

Detallemos el menú:

Un platito en el que había un trozo de sardina de lata con una bola de mantequilla. Siguió una ración de patatas con carne troceada y guarnecida con una salsa. Para beber nos pusieron zumo de tomate y agua, con la consiguiente desesperación de nuestro compañero Eduardo; quien, mientras sorbía lentamente aquellos brebajes, no cesaba de repetir:

-¡PIVOS! (pivo = cerveza en ruso). ¡QUIERO PIVOS!

Claro que también había otro que repetía, pero a voz en grito:

-¡PERO QUE HIJOS DE PUTAAA1 PARA OLVIDAR NECESITO UNA TATIANA. TATIANA, ¿DÓNDE ESTÁS? ¡QUIERO UNA TATIANAAA!

En cuanto al resto, también sin pivos y sin Tatianas (aunque en este caso las señoras que nos acompañaban, me refiero a Filo y Herminia, manifestaron que un Nicolás no les vendría mal), nos hubimos de resignar e ingerir lo que los “tovarich” nos ofrecían.

Después de la comida, ya no había nada previsto. Nicolás se esfumó. Así que subimos a nuestras habitaciones. Echamos una siestecita y, al atardecer, decidimos dar una vuelta por las avenidas circundantes.

Hablando de estas avenidas, debemos observar que el tráfico rodado en ellas era mínimo. Tanto que, incluso, nos permitimos el hacernos unas cuantas fotografías la mar de chuscas.

Atravesando un parque llegamos hasta la orilla del río Moscova. Allí había bastante público dándose unos bañitos de tarde. Por nuestra parte, nos tumbamos en la fresca hierba, pues realmente apetecía hacerlo.

En este placebo estado, comentamos que hasta lo que llevamos visto de esta nación, a los rusos parece aquejarles un complejo respecto a Occidente. Quieren tener avenidas, muchas, pero estas han de ser más amplias que las del mundo capitalist6a. Quieren edificios importantes, pero estos han de ser más colosales que los de nuestro hemisferio; incluso, en las palabras que Nicolás nos dirige, la frase “...que el (la, lo, los, las) más grande del Mundo”, está casi siempre omnipresente como calificativo a lo que se nos muestra.

También debemos de señalar que los rusos cuidan mucho la apariencia externa; pero, en cambio, descuidan –y mucho- la interna. Por ejemplo: hoteles de cinco estrellas con extraños cuartos de baño, con cucarachas incluidas y acabados pésimos en los servicios. Además, en cualquier parte no se atiende al turista de manera debida y así un variado etcétera.

Mientras conversábamos, se nos acercó un ruso. Quería cambiar rublos por dólares (dos rublos por un dólar), o si no, pues tejanos, relojes, lo que fuera. No le hicimos mucho caso y, finalmente, optó por marcharse,

También observamos que unos milicianos llamaban la atención a una mujer muy gorda, la cual nadando se había alejado bastante de la orilla. Quizás, el toque de atención fuera debido al hecho de que por el río de amarronadas aguas discurren, en una y otra dirección, numerosas embarcaciones.

De regreso al hotel, nos dimos una ducha ¡Ah, plaisier de Dieux!

Poco después, en la pequeña habitación número 1115 del Hotel El Aguilucho, imperaba la quietud, amenizada por el estruendo de los ronquidos que metían dos sonoras criaturas (unos que parecían auténticos rugidos de león –Javier- y otros que parecían los de una locomotora de la “West Pacific” –Manolo), acompañados por otros, entrecortados y en do menor –Alfredo.


MIERCOLES 29 DE JULIO DE 1981


Hoy, como no teníamos mucha prisa, nos hicimos un tanto los remolones, de modo que cuando bajamos al comedor para desayunas eran ya las ocho y media.

El desayuno consistió en dos mínimas raciones de mortadela, mantequilla y una tortilla de huevo con leche. Después nos sirvieron un té.

Mientras ingeríamos aquel poco apetitoso desayuno, nos llamó la atención un grupo de colegiales de la Alemania Oriental; puesto que los niños, cuyas edades estarían comprendidas entre los seis y los once años, comían en completo silencio y en ninguno de sus rostros había el menor asomo de una sonrisa. Ello, en verdad, nos llenó de asombro y, también, de sobrecogimiento. ¿Eran realmente niños o prototipos de robot?

Acabado el desayuno, Nicolás, nuestro inefable guía, nos conduce hasta el autocar que nos ha de llevar nuevamente a la Embajada de España.

Esta vez, el conductor nos llevó por otra ruta menos conocida, porque hasta el presente sólo conocíamos una que va desde el monumento a Gagarin, pasando por el Estadio Lenin y la Iglesia de San Nicolás.

Cuando llegamos a nuestra sede diplomática, Juan Vidal, quien a primera hora se había trasladado a este edificio, nos dio la noticia de que el asunto de nuestro traslado y estancia en Bradsk parecía haberse solventado y que, a través de numerosos contactos, finalmente se decidió que iríamos con la Delegación Soviética.

¡HURRA!

13h 20m: Nos encontramos a bordo del avión que ha de trasladarnos a Irkust. Como es lógico suponer, antes de aposentarnos en la cabina de la aeronave hubimos de pasar por los apuros de siempre con el dichoso equipaje y, sobre todo, por el BAÚL AZUL, cuyo peso fue establecido por una báscula rusa en setenta y seis kilos.

Cuando escribo estas líneas el avión está siendo remolcado. Pronto, pues, estaremos de nuevo en el aire.

13h 30m: Bueno, pues resulta que el avión se ha detenido; lo cual ha servido para que podamos tomarnos una cerveza, que a nuestro hombre del tiempo le sabe a gloria de glorias, ya que el pobre llevaba demasiado tiempo “en ley seca”.

13h 32m: Ahora sí que nos ponemos en marcha.

Al circular por la pista vemos a un TU-104, versión rusa del “Concorde”, que por allí estaba aparcado. Cerca de él, un avión militar era cargado por la cola.

13h 36m: Nos hemos vuelto a detener. Los motores zumban como si quisieran arrancar de golpe el avión del suelo, que dicho sea de paso es un TUPOLEV-154.

13h 37m: Seguimos en la misma situación. Sólo que ahora la intensidad de los motores ha disminuido.

Observamos que todos los aviones que hay en este aeropuerto son de “Aeroflot”.

13h 41: El avión inicia el arranque.

Estamos empapados de sudor pues en la cabina hace una calor infernal.

13h 45m: Pues tampoco iba de veras el despegue y volvemos a estar parados.

El interior de la cabina se ha convertido en una sauna. Marrades y Cifuentes están como para escurrir.

En el exterior sólo divisamos aviones y las destartaladas pistas de cemento (lo que dice muy poco en favor de los servicios de mantenimiento).

13h 49m: Volvemos a movernos.

El viento, es interesante reseñarlo, sopla de proa y mueve el mar de hierba que circunda a las pistas.

13h 50m: ¡ACELERACIÓN! ...¡SUBIMOS!

13h 51m: Estamos a unos cien metros de altura.

13h 57m: Trazamos un amplio círculo. A nuestra derecha una carretera, traza a tiralínea, divide el paisaje.

13h 59m: Divisamos unas masas boscosas con grandes claros. En general, en el centro de estos claros existen construcciones. Quizás son polígonos industriales.

14h 00m: Empezamos a atravesar un manto de nubes. Son altocúmulos.

14h 02m: .Eduardo y Manolo se retan a una partida de parchís. La juegan en uno portátil que el primero, hombre previsor, lleva consigo.

14h 15m: Pasa una azafata y nos obsequia con un “delicioso” vaso de agua con algo que parece miel y gas (una pseudogaseosa, vamos).

14h 30m: Termina la partida de parchís con la victoria de Manolo.

14h 35m: Volamos por encima de un mar de cúmulos. No se ve el suelo.

14h 45m: Nos sirven la comida o cena, según se mire el reloj con la hora de Moscu o con la de Irkust.

14h 50m: Sobrevolamos el Volga.

15h 10m: Es curioso observar ciertos dibujos que aparecen en el suelo. En efecto, la superficie presenta el aspecto de un conjunto de parcelas, de entre las cuales algunas nos recuerdan a las figuras de Nazca.

15h 37m: Altura 11 kilómetros. Velocidad 950 kilómetros por hora.

15h 55m: Volamos por encima de una región en la que se aprecian unas extrañas formaciones circulares. Algunas de ellas nos dan la impresión de que son lagos; incluso, diríamos que en ellas se refleja el cielo. En cambio, hay otras que son enormes, demasiado para que sean lagos y, desde el avión, parece que están cercadas por una especie de carretera circular.

16h 05m: Se encienden las luces que nos avisan que debemos de permanecer en los asientos con el cinturón puesto. Iniciamos la maniobra de aproximación al aeropuerto de Omsk.

16h 15m: Sobrevolamos la línea férrea del transiberiano.

16h 18m: Divisamos un lago.

16h 30M: El paisaje es llano. Hay extensas parcelaciones de cultivo. En medio de estos campos observamos formaciones de árboles. En estos momentos estamos sobrevolando una estación del transiberiano.

Divisamos, también, un poblado cuyas casitas parecen las de un pesebre navideño.

16h 35m: Tomamos tierra ... Bueno, es un decir, porque botamos y rebotamos como una pelota. ¡Vaya forma tienen los pilotos rusos de tomar tierra! ... Bueno, ¡Asia, al fin!

16h 50m: Descendemos del avión y pisamos por vez primera el suelo asiático. ¡Otro continente que cae bajo las botas de COSMOSUR!

Una guía, rubia y muy bonita por cierto, nos lleva hasta una especie de bar de aspecto lujoso. Está atendido por una mujer que lleva un vistoso atuendo que se complementa con una falda de seda, tipo chino, muy ceñida.

Tomamos unos refrescos. Veamos algunos precios:

Un vodka con hielo: un rublo.

Una pivo (cerveza), cincuenta kópecs.

Hemos de apresurarnos a señalar que este bar es especial para el personal que viaja a través de “Intourist” o de “Spoutnik”; puesto que en la planta inferior hay otro bar, pero ... muy distinto. Allí, apenas hay algo que llevarse a la boca y en su recinto de aglomera una multitud variopinta de gentes procedentes de todas las repúblicas soviéticas.

17h 35m: Volvemos a estar en el avión. Desde nuestra situación podemos ver unos antiguos cazas del tipo “Rata” que están aparcados en la pista (¿Estarán todavía en servicio?)

Mientras, y para matar el tiempo, Nicolás nos habla sobre la economía de la URSS. Comenta que Rusia no puede importar ciertos productos de primera necesidad porque carece de las divisas necesarias para ello. Como también nosotros le formulábamos preguntas, obtuvimos algunos datos bastante concretos sobre la economía de tan dilatado país. Veamos:

1.- El ciudadano soviético consume anualmente 57 kilos de carne, 18 de pescado, 89 de hortalizas, 42 de azúcar, 41 de fruta, 332 litros de leche y productos lácteos (a este respecto debemos señalar que la leche hasta el momento no la hemos visto y el guía, a una pregunta nuestra, respondió que la leche no le gustaba a los adultos y que se la dejaban a los niños ... ¡hum!) y 224 huevos.

Por otra parte, el ciudadano consume 33,3 metros cuadrados de tela, seis unidades de prendas de punto y tres pares de zapatos de cuero.

Actualmente, por cada cien familias hay 84 televisores, 85 neveras y 83 receptores de radio.

2.- Por término medio, una familia de cuatro personas dispone de un piso de unos 50 metros cuadrados, le que representa que a cada miembro le corresponden unos 12 metros cuadrados

3.- La mayoría de las personas que viven en las ciudades tienen pisos que son propiedad del Estado. Al obtener un apartamento, la familia no paga nada y pasa a usufructo perpetuo de ésta.

No obstante, se pueden comprar viviendas. Para ello es requisito indispensable ingresar en una cooperativa de construcción de inmuebles. Estas casas suponen un 7% de las viviendas que actualmente se construyen en la URSS. Se levanta con créditos del Estado y los solares se ceden gratuitamente, aunque los trabajos fundamentales los efectúan empresas estatales.

Hoy día los ciudadanos soviéticos pueden ser dueños de una casita de campo o “dacha”; siempre que el número de habitaciones no supere los sesenta metros cuadrados.

El alquiler particular, en el sentido occidental, esta prohibido por la Ley; pero si a una persona le sobran habitaciones o, temporalmente, tiene deshabitada la residencia, puede alquilarla a un precio módico.

El precio del alquiler de una casa se mantiene fijo desde el año 1928. Se paga por metros cuadrados; de modo que el precio por unidad quedó establecido en 13 rublos y dos kópecs. Esta tarifa no incluye cocina, baño ni pasillo.

17h 50m: Las luces del avión nos dan el aviso de que debemos de abrocharnos los cinturones y no fumar. El avión se pone en movimiento. Entramos en la pista de despegue. Delante de nosotros otra aeronave está iniciando la maniobra de despegue.

Como ya es típico, la pista no está en demasiadas buenas condiciones.

17h 53m: Tras un brusco acelerón, el avión se eleva en el aire.

Sobrevolamos el Irtich. Ello nos recuerda el trayecto que, según la novela de Julio Verne, hizo Miguel Strogoff, el correo del Zar. Pocos segundos después estamos encima de la ciudad de Omsk que, vista desde el aire presenta un aspecto de urbe moderna, rodeada de unos suburbios industriales.

18h 30m: Sobrevolamos por encima de un extenso manto de nubes. Son estratocúmulos.

18h 40m: Nos sirven una “cena”, consistente en un panecillo –duro como siempre-, un trozo de queso, una galleta y una taza de agua hirviendo para que vertamos en ella el contenido de un sobre de café sintético que nos dieron.

19h 30m: Como volamos en sentido contrario al del Sol, la noche cae rápidamente.

20h 10m (hora de Moscú): Se encienden las luces avisando que iniciamos la maniobra de aproximación al aeropuerto de Irkust.

20h 17m: Divisamos la ciudad. Unas luces potentes, semejantes a antorchas, iluminan la obscuridad reinante. Desde luego no son las luces de señalización del aeropuerto. Entonces ¿qué serán?

Una sacudida, seguida de un tremolar del fuselaje del aparato nos indica que el avión ha sacado el tren de aterrizaje. Seguidamente iniciamos la maniobra de la toma de tierra “a la rusa”; es decir, el avión inicia un rápido picado, tal como si fuéramos los tripulantes de un Stuka alemán en fase de bombardeo. Pensamos que los pilotos de estos aviones civiles deben de ser militares o provenir del ejército del aire. Lo que rogamos a la Virgen de Lourdes es que el comandante de la aeronave, por deformación profesional, no haya tomado como objetivo la torre de control del aeropuerto.

20h 28m: Con la “suavidad de siempre”, IMPACTAMOS en el duro suelo de cemento. Creemos que tendrán que reparar el cráter que el avión habrá dejado en la pista. En tanto, en la cabina, algunos pasajeros nos veíamos impulsados hacia delante con respaldo y todo. Eduardo trataba en vano de coger al vuelo las tazas de bebida que aún no habían sido retiradas; las cuales, por el efecto del tremendo aterrizaje, habían salido disparadas.

20h 35m (hora de Moscú). El avión se detiene por fin, con gran alivio por parte de nuestros corazones: Eduardo, por su parte, sostiene ahora las tazas ... pero vacías, pues su contenido se ha desparramado por todas partes. El también presenta preciosas condecoraciones proporcionadas por las “tazas volantes”.

Por las ventanillas observamos que enfrente mismo de la aeronave hay un furgón ambulancia. Juan, coñón, dice: “Esto es el comité de recepción ... por si acaso”.

Poco después, el mismo Juan nos pasa una nota, cuya transcripción literal decía así:

-EMBAJADA DE ESPAÑA:
-Ciudad de Irkust.
-“Dirigirse al Presidente de la Filial de la Academia de Ciecias de Siberia Oriental; Académico Logachov.

-Ciudad de Bradsk.
-Dirigirse al profesor Marchenko, de la Delegación Soviética, que se encuentra en el Hotel Taigá.
-Deben de haber recibido el télex del Sr. Igor Zhikov de la Academia de Ciencias de la URSS, rogando a estos señores “toda la colaboración y ayuda”.

Poco después estábamos frente a un edificio que parecía una residencia. De momento, a las llamadas de Nicolás no acudió nadie. Sin embargo, cuando nuestro guía ya comenzaba a cabrearse, una empleada nos abrió la puerta. Entramos y, al poco, apareció la guía de la “Spoutnik” que se nos había destinado para nuestra visita a Irkust.

Nicolai, al verla, exclamó:

-¡Oh, no, no, no! ¡Marina otra vez! ¡Es que no me la quito de encima nunca!.

No tardaron en surgir los problemas, pues en Irkust no habían recibido ninguna comunicación de nuestros planes. Nicolás dijo que lo primero era llegar al hotel. Así pues, nos montaron en un destartalado autobús que nos llevó a nuestro lugar de destino.

Cuando llegamos al hotel eran las dos y media de la madrugada, según la hora de Irkutsk.

Después de algunos trámites se repartieron las habitaciones. Seguidamente vino la epopeya de subir el baúl a una de las habitaciones.

Alfredo y Manolo les cupo en suerte la habitación 213.

Los cuartos son amplios. Tienen dos camas, teléfono y lo que supusimos era un “chivato”, el cual estaba adosado en lo alto de una pared. Había además retrete con lavamanos; pero, carecía de ducha o cualquier otro elemento de baño.

A las tres, hora de Irkutsk, nos acostamos. Pero, al poco de habernos metidos en la cama se desató una formidable tormenta. Los truenos retumbaban en el silencio de la noche siberiana. Mientras, nosotros nos revolvíamos inquietos en nuestros lechos. ¿Duraría mucho aquella inestabilidad atmosférica? ¿Qué extensión tendría el frente? Estas y otras preguntas nos formulábamos sumidos en el estrépito de la tempestad. Sin embargo, finalmente el cansancio hizo presa en nosotros y, a pesar del aguacero y del tronar nos dormimos.


JUEVES 30 DE JULIO DE 1981


Después de almorzar en un establecimiento hotelero distinto del que habíamos dormido, los guías nos montaron en otro autobús y nos llevaron a visitar la ciudad.

11 20m: Estamos ante la Iglesia-monasterio de “Znamenstaja”, que fue edificada en el siglo XIX. La Iglesia está abierta al culto y, en su interior, pudimos ver que se estaba oficiando una misa. No había demasiado personal, sólo algunas viejas y una mujer joven que llevaba en sus brazos un niño de pocos meses. Por cierto, que esta mujer al observar nuestra presencia trató de esconderse detrás de la puerta de entrada. Era rubia. Poco después se marchó. La vino a recoger un coche. ¿Quién sería?

En lo que podríamos decir que son los jardines de este templo, los guías nos mostraron la tumba de la esposa y los hijos del “decembrista” Troubietskoi. Para orientar, hemos de decir que los “decembristas” fueron nobles burgueses que en 1822 se sublevaron contra la tiranía del zar y que fueron represaliados salvajemente.

También en este lugar se halla la tumba del explorador Chelekhov (1748 – 1795).

COMENTARIO: Esta mañana al subir al autocar, y para sorpresa nuestra, vimos que Marina venía acompañada por dos muchachas, las cuales, según dijo, nos habían sido asignadas para practicar español. Sin embargo, la que dijo llamarse Elena sólo hablaba francés. La otra, Olga, hablaba muy bien el castellano. Elena aparentaba tener la misma edad que Marina, en tanto que Olga parecía ser algo más joven.

Elena hizo rápidamente muy buenas migas con nuestro Don Juan particular (Javier, por si hay dudas), en tanto que Olga las hizo con Manolo.

12h 30m: Nos han vuelto a montar en el carromato. Nos han llevado hacia el río Angará. Hemos pasado cerca del hotel que lleva este nombre y, luego, nos han plantado en la Plaza de la Victoria; en donde se encuentra la iglesia de “Spasshaia” (“El Salvador”), que según nos dicen fue construida en 1706.

En esta plaza asistimos al relevo de la guardia ante el monumento de la “Antorcha del Fuego Eterno”. La guardia estaba formada por escolares, niños y niñas, los cuales se relevan en tan sagrada misión cada diez minutos.

En verdad que resultaba impresionante ver a aquellas criaturas marchar marcialmente, casi al paso de oca, con sus armas reglamentarias en la mano e impasibles a todo cuanto les rodeaba. Nuestros guías nos dijeron que los niños son escogidos entre los mejores estudiantes y que para ellos es un gran honor el que se les llame para desempeñar tal misión.

En lo que respecta al monumento, éste está dedicado a la memoria de los rusos que cayeron –unos veinte millones- en la “Gran Guerra Patria (Segunda Guerra Mundial).

Después nos llevaron a dar una vuelta por la calle o avenida principal de la ciudad que, como es lógico, lleva el nombre de un ilustre padre del comunismo: Carlos Marx. En esta rúa visitamos tiendas de venta de seuvenirs.

Por los alrededores vimos muchas banderitas y gallardetes. Olga nos dijo que por estos días Irkustk es la sede del “Festival de la Amistad Soviético – mongólica”

Acabamos el recorrido visitando la orilla del río Angará.

La vuelta al hotel la realizamos caminando; lo cual nos valió para visitar una mercado coljosiano (es decir: de gentes que cultivan sus tierras independientemente del Estado y, luego, se organizan en cooperativas para vender sus mercancías).

También la caminata sirvió para dialogar mucho con las guías (si es que lo son).

De esta guisa llegamos al hotel en el que habíamos desayunado. Allí nos sirvieron el siguiente menú:

Ensaladilla parecida a un bróquil.
Una sopas de nabos y coliflor
Un plato de puré de patatas y carne troceada con salsa.
Una pasta parecida a una ensaimada.
Vino dulce (pagando)
Café.

15h 55m: Salimos hacia el aeropuerto de Irkutsk.

De nuevo, al subir al autocar tuvimos una sorpresa, puesto que en él se encontraba una despampanante rusa, amiga de Marina; a quien se nos presentó como Larisa.

Cuando llegamos al aeropuerto se nos advierte que no podremos partir todos juntos; puesto que no hay plazas suficientes en los vuelos regulares. Por ello hubimos de dividirnos en dos grupos. El primero, que partió a las 16h 10m (hora de Irkutsk) estaba formado por Juan Vidal, Filo, Joan Genebriera, Heminia y José María.

El segundo, que partió a las 18 10m, también en hora local, estaba integrado por el resto de los miembros de la expedición.

NOTA: Lo que sigue corresponde a este segundo grupo.

18h 10m: El avión que transporta al segundo grupo de COSMOSUR se eleva de la pista del aeropuerto. El aparato es un “Antonov” turvo – hélice.

18h 20m: Volamos a una altura de unos setecientos metros del suelo. Hay una neblina relavitamente densa y cuando el velo de vapores lo permite podemos observar que el paisaje es boscoso, característico de la taiga siberiana.

18h 32m: La neblina se ha transformado en un manto continuo de estratocúmulos.

COMENTARIO: A lo largo de nuestra estancia en Irkutsk, hemos podido mantener largas conversaciones con las guías (llamémoslas así). De modo que hemos podido entrever que tienen una gran curiosidad por conocer cómo es el mundo occidental.

Un detalle curioso es que nunca te formulan, como hacemos nosotros, las preguntas de una detrás de otra, sino que lo van haciendo poco a poco, espaciadamente (diríamos que, en cierto sentido, no les interesaba en absoluto que nos percatáramos de que, en realidad, se nos estaba extrayendo información).

Marina, por ejemplo, al cabo de mucho rato, centró su atención en el país vasco y nos preguntó: ¿Qué ocurría? ¿Acaso los vascos no eran una nación? ¿Por qué, pues, no se les concedía el derecho a la autodeterminación?.

Esta pregunta nos sorprendió, pues quedaba patente que en aquella remota región se conocía demasiado sospechosamente el problema que afecta al norte de España. Sin embargo, nos repusimos rápidamente y nuestra respuesta también tuvo su miga; pues entre el lote de libros, escritos en español, que nos habíamos provisto gratuitamente en el aeropuerto de Omsk, había uno en el que se especificaba que Lenin, o lo que es lo mismo, el gobierno soviético, publicó un decreto por el cual se proclamaba la igualdad y soberanía de los pueblos de la Rusia y, ademas, se reconocía el DERECHO a la AUTODETERMINACIÓN; e, incluso, hasta la separación y formación de un estado independiente.

Así que nosotros le dijimos a Marina que estando reconocido por V.I. Lenin el derecho a la autodeterminación, cómo es que, por ejemplo, la URSS no se la daba a los Estados Bálticos, ya que éstos, según nuestras referencias, no estaban demasiado cómodos dentro de la Unión de Repúiblicas Socialistas Sovíeticas.

Nuestra réplica no pareció gustarle en absoluto a Marina, de manera que no pudo evitar que su rostro revelara la sorpresa y la rabia que le había ocasionado nuestra respuesta (debemos señalar que, por lo que llevamos visto, los rusos son muy sensibles y de seguida se “pican” ante preguntas o respuestas secas que a ellos no les agradan).

No obstante, Marina, incómoda a todas luces, procuró responder de una manera que parecía una lección aprendida: “Los estados decidieron en 1.917 unirse por mutuo acuerdo para aunar sus esfuerzos en el desarrollo de socialismo y dar paso al comunismo y, por ello, ninguna república desea separarse del resto, ya que aparte de tener un fin común, su segregación significaría el hundimiento de la revolución socialista, la miseria, el hambre y, de nuevo, las revueltas...”

18h 45m (hora de Irkustk): Estamos sobrevolando el río Angará.

COMENTARIO SOBRE IRKUTSK:

i) HISTORIA Y GEOGRAFÍA: A Irkutsk se la conoce como la Capital de la Siberia Oriental. De esta ciudad partieron las primeras caravanas hacia China y Mongolia. Así mismo, de aquí salieron los adelantados exploradores de esta región inmensa conocida como Siberia.

Irkutsk está comunicada con la capital de la URSS, Moscú, y del resto de las grandes urbes soviéticas por medio del avión y del ferrocarril (cuya estación se halla a unos 60 km. del lago Baikal)..

La ciudad se encuentra enclavada en la confluencia de los ríos Angará e Irtkoust, sobre la orilla derecha y a una altitud de 450 metros sobre el nivel del mar. Fue fundada en 1652 y sus primeros pobladores o, mejor dicho, colonos, hubieron de vencer la violenta y tenaz resistencia que les pusieron los buriatos, aborígenes de la región.

ii) ¡CÓMO ES IRTKUSTK?: La población de esta urbe se cifra actualmente en unos seiscientos mil habitantes; estando compuesta por rusos, descendientes de polacos exiliados, yacutos y buriatos occidentales (estos últimos están tan rusificados que han perdido, incluso, el uso de su lengua materna).

La ciudad ofrece un aspecto descuidado. La calles presentan una mala conservación y hay en ellas enormes socavones. Los raíles de los tranvías afloran descarnados; en tanto que tranvías y autobuses son muy viejos y están muy destartalados.

En sus calles hemos visto a gentes muy pobremente vestidas. Generalmente, estas personas tienen aspecto oriental y, quizás, sean yacutos o buriatos.

Hay un núcleo comercial, parecido a un mercadillo o encantes; estando esta zona muy concurrida de público. Pero, las colas ante los puestos de venta revelan que algo falla. En efecto, así es, hay carencia de artículos de consumo.

En general, el ciudadano de Irkustk, parece bastante cosmopolita; sin embargo, los hombres visten mal –salvo algunos que podrían pasar por “ejecutivos”-. Las mujeres jóvenes tratan de ir lo más occidentalizadas posible. Les gusta vestirse con la moda usual de París o Londres; pero, por falta de artículos, lo más corriente es que a un vestido relativamente pasable le sigan unas feísimas y gruesas medias, embutidas en unos zapatones carentes de toda gracia. No obstante, pudimos observar que sus manos llevaban las uñas arregladas y pintadas e, incluso, en algunos casos algunas podíamos apreciar un sombreado de ojos.

Sobre el uso de las medias gruesas hemos de hacer una matización y es el hecho de que por falta de productos depilatorios, las jóvenes rusas llevan las piernas sin depilar y, la verdad, es que resulta muy antiestético ver a una preciosa muchacha “luciendo” unas piernas cubiertas de largos y rizados pelos (también, todo hay que decirlo, las hay que se los afeitan).

19h 05m: El aspecto que ofrece la taiga, libre ya del manto de nubes, es impresionante. Cursos de aguas discurren frecuentemente a través de las masas forestales. La sensación que tenemos es la de estar contemplando la selva del Amazonas o los bosques del Canadá. También podemos observar el desfile de troncos aserrados que son arrastrados por la corriente río abajo.

19h 15m: Divisamos la presa Bradsk.

19h 25m:: Tocamos tierra. Este hecho, visto desde el avión, constituye un espectáculo emocionante, pues desde nuestras ventanillas podemos ver el impacto que, a más de 300 km. por hora, sufre el tren de aterrizaje contra el suelo. Las ruedas se deforman. El mecanismo se encoge y todo parece que va a sucumbir. Salta el polvo de la pista. Son sólo unos segundos, luego, el tren de aterrizaje va recuperando su forma y las ruedas circulan normalmente. (Javier, tapándose la cara, comenzó a rezar, a voz en grito, un “Santa María Madre de Dios...”).

No tardamos en reunirnos con el resto de los compañeros. Juan Vidal nos dice que los problemas se han solucionado y que iremos a un hotel de Bradsk que, precisamente, tiene este nombre. Ello ha sido posible porque, al parecer, un grupo de japoneses canceló a última hora las reservas que tenían hechas.

Juan también nos informó que, en lugar de tener que ir a observar el eclipse al campo internacional, el cual se halla emplazado en una isla del río Angará, se nos conducirá hacia el interior de la Tunguska, juntamente con los componentes de los grupos que representa a las dos Alemanias.

Un autocar, esta vez moderno, nos está llevando hacia la ciudad de Bradsk. A Nicolás se le ha unido uno de los directores de la “Spoutnik” en esta región. Es un hombre joven, alto y de buen porte –muy guapo, según el criterio de nuestras mujeres- a quien se nos presentó como “Víctor”.

La carretera discurre entre medio de una arboleda de altas coníferas de estrecho tronco. El día –la tarde, vamos- es soleado y magnífico. Dentro del autocar hemos tenido que cerrar las escotillas del techo porque el aire que por ellas entraba era muy fresco. Mientras, Víctor, para amenizar el trayecto nos ilustra sobre Siberia. De sus comentarios anotamos lo siguiente:

NOTA 1: Las condiciones naturales de Siberia y su clima fueron factores condicionantes decisivos en el retraso en su colonización por el hombre.

El límite sur de Siberia coincide con el límite norte de los Estados Unidos. Más de la mitad de la extensión de Siberia corresponde a la zona norteña. La diferencia entre las temperaturas máxima y mínima entre el verano y el invierno puede llegar a los cien grados.

NOTA 2: Poco antes de la Revolución, la producción industrial de Siberia era, aproximadamente, el 3 por ciento del total de la rusa.

NOTA 3: Durante el Décimo Quinquenio (1.975-1.980), la extracción de petróleo en Siberia aumentó más del doble y en un 4,3 la del gas.

NOTA 4: BRATSK – UST – ILIMSK es un “Complejo Territorial de Producción” piloto. Se creó con objeto de una simulación económico-matemática. Su formación dio comienzo a mediados de los años cincuenta y finalizo, en lo fundamental, en el Décimo Plan Quinquenal.

Este Complejo Territorial de Producción o, abreviadamente como ellos lo dersignan, CTP, está situado, junto con el de los Sayanes, en la región de Angará – Yenisei.

En zonas de la taiga, prácticamente vírgenes hasta hace poco, han sido construidas dos grandes centrales hidroeléctricas, una fábrica de aluminio, una empresa forestal industrial, una factoría minera y una fábrica de equipos de calefacción. Para las comunicaciones se han construido carreteras y se han tendido vías férreas.

El Estado soviético industrializó en Siberia una zona de 94.000 kilómetros cuadrados. Hace dos decenios (1.960), esta zona, con 80.000 habitantes, proporcionaba el 1% de la producción industrial de la región de Irkustk. Ahora tiene 400.000 habitantes y entrega una tercera parte de la producción industrial de la zona, a lo que hay que sumar el suministro de 35.000 millones de kilowatios-hora.

La fábrica de celulosa de Ust-Ilimsk es una de las más importantes dentro del complejo de la explotación forestal. En su construcción contribuyeron los países de la CAME (un equivalente del Mercado Común de los países socialistas).

Esta fábrica ocupa más de 150 hectáreas y las carreteras de su recinto tienen un total de más de mil kilómetros. Sus 63 secciones de producción, enlazadas mediante un proceso tecnológico, se hallan bajo un mismo techo. Los procesos químicos los coordina un ordenador electrónico. Tiene una capacidad de producción de medio millón de toneladas de celulosa al año y todos los desechos encuentran empleo.

De los subproductos se obtiene aguarrás, colofonia, tailloll y diversos ácidos. Para proteger el medio ambiente se ha previsto un ciclo cerrado de suministro de agua y un sistema para quemar gases nocivos.

NOTA 5: El CTP de Bradsk-Ust-Ilimsk, cuenta con cuatro ciudades y seis poblados de tipo urbano, construidos en veinte años.

NOTA 6: Brask es una ciudad que cuenta con un cuarto de millón de habitantes y esta dividida en seis distritos no adyacentes. Cada distrito tiene la particularidad de que en él residen los técnicos y obreros de un terminado sector industrial.

De todo lo que Víctor nos va diciendo –puntualicemos que él lo hace en ruso y es Nicolás quien nos lo traduce- observamos que los planes de desarrollo soviéticos consisten en síntesis en llevar los medios de explotación industrial a aquellos lugares en donde se pueden ubicar primero los medios más económicos de suministro de energía.


Retornando a la realidad, diremos que, después de recorrer unos cuantos kilómetros, llegamos al Hotel Bratsk, el cual iba a ser nuestra residencia por más tiempo del que suponíamos. En efecto, sucedió que mientras nosotros íbamos hacia esta localidad, el grupo de nuestra expedición que había partido en primer lugar, a la cabeza del cual estaba Juan Vidal, había hecho ya unas gestiones, de modo que consiguieron, como hemos dicho, plaza en el hotel citado (que, dicho así para chafardear, en España vendría a tener tres estrellas), gracias a la cancelación de reservas ; pero mañana, después del eclipse, no podremos regresar a Irkustk, ya que nos hay plazas para nosotros en el avión que habría de llevarnos a esa ciudad. Por esta razón, el regreso ha quedado aplazado hasta el día uno de agosto a las seis de la tarde.

Este hecho no ha dejado de fastidiarnos a muchos de nosotros, ya que para evitar el exceso de equipaje, hemos dejado la mayor parte de nuestro equipo personal en el hotel de Irkustk.

Cuando llegamos al Hotel Bratsk, vimos que en este ya reinaba una gran animación. Había astrónomos de diversas partes del globo: americanos, alemanes, canadienses y -¡no podían faltar!- japoneses. Si, sobre todo japoneses. Nuestro grupo, nada más llegar, se vio asaltado por un número impresionante de nipones; quienes, movidos por esa endémica curiosidad que les caracteriza, nos rodearon y fotografiaron todas nuestras pertenencias: maletas, cámaras, tomavistas, objetos científicos, el baúl, nuestras camisetas y a nosotros mismos.

No dejaba de resultarnos chocante el que estos asiáticos estuvieran allí con sus máquinas, dale que dale, sacando fotografías, por ejemplo, de nuestra cámara de vídeo ...¡que es japonesa!.

La inmensa mayoría de los astrónomos (unos 450 de todos los países) serán conducidos a un lugar del río Angará, al que llaman “Campo Internacional”; pero, en cambio, el grupo formado por los representantes de las dos alemanias los van a llevar hacia el interior; concretamente a unos 30 kilómetros de Bratsk, en la carretera que une esta ciudad con la de Vikhoreva.

Por nuestra parte, optamos por unirnos a los germanos, ya que, en opinión de nuestro hombre del tiempo, cuanto más lejos estuviéramos de las aguas del río tanto mayores eran las posibilidades de que pudiéramos observar el eclipse sin que las nubes nos hicieran la pascua. Aquí, hay que recalcar que él estaba convencido de que todos los que estuvieran en el campo de observación del río Angará cosecharían un soberano fracaso por culpa de los mantos nubosos que sin ninguna duda allí se desarrollarían.

Una vez repartidas las habitaciones, dejamos en ellas nuestros bártulos, y subimos a la planta once, en donde se hallaba el comedor; el cual, dicho sea de paso, era un salón modernísimo, de estilo occidental y con poca luz.

Cenamos muy bien, a diferencia de Moscú. Por primera vez, muchos de nosotros comimos lengua. Regamos la comida con un vino blanco frío, cosecha 1.979, y de origen húngaro.

Hacia las doce de la noche nos acostábamos. Poco después, las voces de Alfredo y Javier se dejaban oir en el pasillo. ¿Qué ocurría? Sucedía que la puerta de entrada a su habitación se había atrancado. Algo más tarde, unos martillazos ponían punto final al percance.

Debemos señalar que antes de acostarnos, en la habitación que compartían Eduardo y Jaume, se reunieron, aparte de los citados, Alfredo, Genebriera y Manolo. Allí se realizó una “sesión técnica” que consistió principalmente en discutir los horarios del fenómeno y la puesta en hora de los cronómetros, gracias a las señales horarias de una emisora alemana captada por un receptor de radio a transistores que Genebriera llevaba consigo.


VIERNES 31 DE JULIO DE 1981, (Llegó el Gran Día…)


A las cinco de la madrugada unos golpes en las puertas de las habitaciones nos despiertan. Es el “Capo” de la expedición que toca a diana. Rápidamente nos levantamos y aseamos.

El día, hay que hablar de él, amaneció bueno, lo que quiere decir muy despejado y azul. Sólo en el horizonte se distinguían unas brumas.

Desayunamos. Hay animación; pero, también, sería necio el negarlo, estamos algo nerviosos.

07h 00m: Sacamos el bagaje instrumental a la puerta del hotel.

Hemos de comentar el hecho de que se nos ha unido (en realidad nos lo pidió Nicolás) una muchacha australiana quien lleva un esperpéntico atuendo. Parece una pitonisa y cubre su cabeza con un sombrero de arrocero vietnamita.

07h 05m: Vienen los autocares y unos coches de la policía. Observamos que también han hecho acto de presencia una doctora, quien lleva un maletín instrumental y una botella de oxígeno, y una enfermera ... o cocinera, ya que aunque aparenta ser una practicante, en lugar de la cofia tradicional de las enfermeras lleva encasquetado una especie de sombrero que le da la apariencia de un chef de cocina.

07h 10m: Después de que tanto los instrumentos como el personal estuvo abordo de los vehículos, estos se han puesto en marcha. El nuestro es el primero; sin embargo, delante de él, va un coche de la policía, el cual nos deja el paso libre, pues abre el camino de forma expeditiva al circular por el carril por donde los coches vienen en sentido contrario al nuestro.

Mientras van desgranándose los kilómetros de carretera, a Filo se le ocurre preguntar a Nicolás (quien va acompañado de Víctor):

-Oye, Nico, ¿y si un coche no se aparta?

-Es es mejor que lo haga –Le respondió de una de forma que no dejaba lugar a dudas.

Algo más tarde, Nicolás nos dijo que una vez el vehículo blindado que abría camino a la comitiva de un alto comisario del pueblo, aparto –así, literalmente- a un automóvil que no tuvo tiempo de situarse en la cuneta. En la URSS se es así de expeditivo o te apartas o se te aparta sin contemplaciones.

07h 50m: Después de haber dejado a nuestra derecha el desvío que lleva a Vikhoreva, nos detenemos en una carreterucha que discurre paralela a la general.

Este sitio no nos satisface del todo; de modo que Genebriera y Eduardo montan en el coche de la policía y se adelantan para ver si encuentran un lugar más idóneo.

Cuando retornan, pasados algunos minutos, nos informan de que más adelante hay algo que les parece mejor.

En efecto, como a unos quinientos metros más hacia el sur hay un claro en el tupido bosque de altas coníferas. Este lugar se encuentra en un repecho que hay junto a la carretera. Optamos, pues, por levantar en él nuestro campo de observación y, rápidamente, el personal se dedica a las tareas de la descarga del material científico. Ni que decir tiene que la subida del baúl es épica, pero, al fin se consigue el objetivo.

Los alemanes, quienes venían detrás nuestro, quedaron indecisos. Pero, poco después observamos que los orientales se situaban como a unos cincuenta metros de nuestro campo y a nuestra derecha; en tanto que los occidentales se contentaron con quedarse en el lugar en donde paramos primeramente.

A nuestro alrededor zumban los mosquitos –suponenmos que “los mayores del mundo”, como todo lo ruso-; en tanto que nosotros instalamos el campo instrumental.

No tardó en aparecer un alemán, quien provisto de una cámara con teleobjetivo comenzó a fotografiar nuestros aparatos.

08h 34m: El telescopio y la garita meteorológica ya están montados.

08h 50m: Instalamos las cámaras y colocamos la del vídeo encima del telescopio.

09h 15m: Otro componente de la delegación Alemania oriental, esta vez una astrónoma, se dedica con gran deleite a fotografiar todo lo que se le pone a tiro. Entre tanto, la estrafalaria australiana (o lo que sea) se dedica a meterse en la espesura y, desde allí, fotografia los árboles –o algo que parece estar más allá- Este proceder no ha pasado inadvertido a los guías rusos, quienes –en ruso, claro- cuchichean algo al respecto. ¿Estaremos metidos en un asunto de espías? ¿Hum!, ¡Quién lo sabe! ...

09h 17m: Temperaturas: 18º a la sombra y 21º al Sol. Humedad relativa 75% (muy alta en verdad).

09h 56m: Temperaturas: 20º a la sombra y 25ª al Sol. Humedad relativa 65% (esta bajada parece que nos va a favorecer).

10h 00m: A cuarenta y siete minutos del comienzo de la parcialidad, un banco de altocúmulos está a punto de cubrir el Sol.

10h 05m: Con el Sol cubierto, la temperatura ha descendido a 22º C.

10h 14m: El cielo va poblándose cada vez más de vapores. Eduardo no da un pronóstico definitivo; aunque, según él, no hay que perder la calma.

10h 20m: La doctora monta en un vehículo que había llegado hacía pocos minutos, precedido de otro de la policía, y se va en él.

10h 25m: Un camión les ha traído un generador eléctrico a los alemanes orientales.

10h 43m: El Sol emerge del manto nuboso.

10h 43m 47s: Los discos del Sol y de la Luna entran en contacto. COMIENZA LA PARCIALIDAD DEL ECLIPSE.

11h 16m: Por el Oeste se están levantando unas nubes que a nuestro meteorólogo no le gustan nada.

Temperatura al Sol 22ª. Humedad: 64% (como se observa la humedad parece mantenerse relativamente constante).

Mientras se suman los lentos minutos de la parcialidad, como si estuvieran sometidos a un proceso de alargamiento relativista, y las moscas y mosquitos nos hacen la vida imposible, aún tenemos el humor de examinar un poco el bosque siberiano. Los árboles, abetos de altas copas, pueblan tupidamente la montaña. Se nos avisa de que no nos internemos en la espesura puesto que en ella abundan las alimañas, como los lobos y los osos.

Con frecuencia se pueden ver troncos calcinados y derribados por el rayo. También, a medida que disminuye la luz del día debido al eclipse, el paisaje va adquiriendo un aspecto extraño, triste, muy distinto de aquel que observamos en Kenia.

11h 28m: Temperatura al sol: 21º. Humedad: 65%.

11h 32m: Asistimos a un fenómeno insólito; pues delante mismo del astro rey se están condensado unos vapores y parece que va a formarse una nube.

Los automóviles o camiones que se detienen en la carretera frente a nosotros, los policías, rápidamente, les hacen reemprender la marcha de nuevo.

Temperatura: 17º C.

Nicolás llama la atención a la australiana para que salga del bosque y se deje ver con su trípode y máquina fotográfica.

11h 50m: El campo está en silencio. Los nervios a flor de piel. Temperatura descendiendo. Ansiedad subiendo.

11h 54m: ¡El Sol sale de la nube!

11h 56m: ¡Maldición! Los vapores vuelven a condensarse delante mismo del Sol.

11h 58m: La nube se desplaza hacia la derecha y el débil creciente solar comienza a emerger. Tenemos el corazón en un puño.

11h 59n 21,2s: ¡Milagro, el resto de la nube se ha disuelto! En ese mismo instante la Luna oculta al Sol completamente. COMIENZA EL ECLIPSE TOTAL.

La corona luce ante el ojo humano.

¡Ha pasado algo más de un año desde que la viéramos por primera vez!

Los instrumentos funcionan a todo ritmo. El tiempo apremia, pues el medio del eclipse viene a ser el de la mitad de Kenia.

En realidad, los astrónomos no saboreamos esos instantes maravillosos y distintos, ya que los aparatos reclaman nuestra atención. Nos faltan extremidades para atender a todo lo que quisiéramos.

Al oeste del obscuro disco solar observamos a Mercurio, al este Venus y Júpiter.

Un fulgor hiriente surge del borde occidental. La totalidad ha concluido

12h 07m: Ya todo ha pasado. Se van aflojando los nervios. Los comentarios giran en torno al hecho de que, aquí en la taiga siberiana, se ha vuelto ha reproducir el milagro que vivimos en Kenia, ya que, en verdad, faltó un pelo para que no pudiéramos haber observado la totalidad del eclipse. Hay que mencionar el hecho de que mientras el velo de nubes cubría el Sol en nuestro campo y en el de los alemanes orientales, en el correspondiente a los alemanes occidentales el Sol nunca dejó de lucir. Puede suponerse lo que sentíamos al ver que a unos doscientos metros más allá el fenómeno podía ser seguido con toda normalidad.

Ahora venía la tarea de verificar algunos datos. Eduardo trataba de encontrar una explicación al fenómeno de la formación de nubes típicas de los eclipses.

Hay que hacer constar que durante los siete minutos que precedieron y los siete que siguieron a la totalidad del fenómeno, la humedad subió hasta el 80%.

12h 10m: El Sol ha vuelto ha cubrirse de nubes por efecto de la condensación de vapores.

Cuando, poco a poco, la normalidad vuelve, te das cuenta de que has asistido a un espectáculo que muy raramente es dado a observar en su totalidad en la naturaleza, y sabes que el próximo queda muy lejos, nada menos que el once de junio de 1983, en Java. Para entonces ... quién sabe ... quién sabe (claro que si no queremos tomarnos la molestia de montar otra expedición, siempre podemos aguardar al eclipse total que será visible en España el 12 de agosto del 2.026. ¡Aunque que para esa fecha ...!).

Nuestros guías nos comunican que por radio les ha llegado la noticia de que la totalidad no ha podido ser observada en el Campo Internacional, pues las nubes impidieron su observación nítida (en ese campo había una representación del Instituto Astrofísico de Canarias, IAC).

Con la alegría que cabe suponer, nos ha entrado un apetito atroz, razón por la cual nos dedicamos a zamparnos los inapetentes “picnics” que nos prepararon en el hotel (en los cuales, ¡cómo no!, no podía faltar nuestro amigo el pepino).

Mientras estábamos devorando aquellas “viandas”, oímos una voz cantarina:

-¿Quién quiere cervezas?

La cara de Eduardo se iluminó como un sol que sale del eclipse.

Era la voz era de Filo que, de una bienaventurada bolsa que llevaba, sacó esa bebida tan cara de encontrar en el estado del paraíso de proletariado.

La contrapartida la pusieron unos estornudos repetidos y repetidos. Provenían de nuestro cámara, Alfredo, quien parece que ha pillado una galipandia.

Llega el tiempo de recoger el campo de observación. Los alemanes, sin embargo, se hacen los remolones y tardaron algo más.

Ya en marcha, nos detuvimos para dar tiempo a que los alemanes occidentales pudieran unirse a la comitiva.

El regreso se efectúa alegre y despreocupado.

Cuando llegamos al hotel, estamos cansados realmente; pero una ducha bien calentita hizo milagros y quedamos como nuevos; pues todos queremos estar en forma para celebrar el éxito esta noche.

A la hora acostumbrada, subimos a la planta once del hotel, en donde cenamos con gran apetito. Durante la cena, Nicolás se empeñó en que brindáramos por la “Spoutnik”; ya que, según él, había tenido mucho que ver en nuestro éxito. La verdad es que así lo hicimos, aunque sin demasiada convicción, para evitar susceptibilidades de este muchacho.

Después de cenar, decidimos celebrarlo a lo grande. De modo que, abandonando la mesa en la que habíamos comido, nos situamos en otra muy cercana a la barra y allí, una vez instalados, solicitamos que nos sirvieran botellas de champán. A Nicolai se le salían los ojos de las órbitas ante el hecho de poder darse el gran gustazo de beber tan preciado líquido a cuenta de unos corrompidos y decadentes burgueses.

Las mesas, a esa hora, eran servidas por una par de camareros maricas, quienes, entre servicio y servicio, se lanzaban tiernas y lánguidas miraditas ...

En la sala había un público variopinto; incluso, algunas personas iban vestidas de forma distinguida.

Mientras las burbujas del dorado champán alegraban nuestros corazones, hizo su aparición una “disk –jockey”. La chica tenía las facciones parecidas a una filipina; aunque las suyas eran más duras. Portaba gafas y su cabeza, que se asentaba sobre una columna muy recta, llevaba el pelo muy corto.

La muchacha llevaba escrito en una libreta todo su trabajo; de modo que antes de poner un disco de música moderna –ya europea, ya rusa- pasaba una diapositiva, la cual era proyectada sobre una pantalla dispuesta al efecto, y leía una breve reseña del cantante o grupo musical. La verdad es que los allí presentes poco caso hacían a la labor de la joven.

Nosotros nos fuimos animando, hasta tal punto de que salimos al ruedo y empezamos a bailar. Hubo algún que otro remolón en hacerlo, pero, cosa tan milagrosa como la de los eclipses, al fin se consiguió que COSMOSUR en bloque (guía incluido) bailara en aquella “boite” perdida en la Siberia.

A la discotequera se le luminaron los ojos con luz de luna lunera. ¡Aquello marchaba! ¡Spasiva hispaniaskis!, parecía decirnos. Más tarde, ella misma, contagiada por el salero y la marchade los hispanos, salió también a mover el esqueleto. Había que ver a nuestro decano, Jaume, dejando turulatas a las mocicas cosmosureñas, Filo y Herminia, con sus jacarandosos rápidos.

Nicolás se emperró en que le cantáramos el “Porompompero”; cosa que, ni que decir tiene, hicieron de maravilla nuestros vocalistas Javier y José María; quienes dejaron boquiabiertos a la mayoría de los presentes, discotequera incluida.

Poco a poco, algunos de los otros presentes en la sala fueron contagiándose de nuestra hispánica alegría y se lanzaron a imitarnos.

Sin embargo (¡De todo tiene que haber en la Viña del Señor!), a algunos de los allí presentes parecía molestarles la presencia de los hispanos, quienes no sólo bailaban con gran bullicio, sino que, también, cantaban y reían sin ningún tipo de inhibición. Por ello, quisieron aguarnos la fiesta del modo más sorprendente.

Así, sucedió que una mocosa de la Alemania occidental había perdido un trípode y, claro, para la rubita aria estaba claro que la desaparición de su preciado trípode había sido obra de los españoles, quienes, gitanos y judíos ellos, se lo habían hurtado. Ya con anterioridad a la fiesta, cuando el pobre Nicolai estaba haciendo la siesta, los alemanes vinieron a darle la lata con semejante monserga. Pero, en lo mejor de la fiesta, la alemana de las narices volvió a la carga de manera impertinente.

Al final, sacados de quicio ya, optamos, literalmente, por enviarla a hacer puñetas a la Führer.Strasse y Nicolai, a quien nunca habíamos visto tan enfadado, añadió que como volviera a dar la lata con ese cuento, iríamos todo el grupo, con él a la cabeza, a una comisaría y la demandaríamos por difamación. Ante el cariz que tomaban los acontecimientos, la rizosa alemanita optó por retirarse y ya no nos volvió a molestar más (ni los de su grupo tampoco).

La fiesta concluyó hacia la medianoche. Entonces, cogiéndonos todo el grupo de las manos y con los brazos cruzados, entonamos una alegre y, a la vez, melancólica, canción de despedida (“La canción del adiós”).

Antes de acostarnos, no obstante el cansancio, decidimos dar una vuelta nocturna por aquella ciudad, perdida en el corazón de la Tunguska siberiana. Así que bajamos por una calle con escasos edificios y, en cambio, con muchos jardines, y llegamos a una espaciosa explanada que tenía la apariencia de una gran plaza.

En efecto, era una plaza y en ella vimos tres monumentos dedicados a la Gran Guerra Patria. Dos eran instrumentos bélicos reales, que consistían en un Mig – 15 y un T-34, el otro era un impresionante monumento erigido en honor de los caídos.

Estuvimos allí, junto al fuego eterno que brotaba del suelo y enfrente de las altas estatuas de piedra, retorcidas una sobre otra sin tocarse, que hubiéramos dicho que eran ángeles; en tanto que en una pared circular estaban escritos los nombres de los siberianos que habían muertos en los campos de batalla de esa guerra,

En verdad que resultaba sobrecogedor estar en aquel lugar. Encima de aquella monumentalidad, las estrellas adornaban la estructura funeraria.

Por otra parte, no dejaba de pasarnos desapercibido el hecho de que el pueblo ruso que, oficialmente, no cree en la existencia de una vida ultraterrena, haya construido estos monumentos que parecen sostener todo lo contrario (al igual que los rituales militares que se realizan ante los mismos).

Algo más tarde, cansados, pero con el espíritu alegre y “con la satisfacción del deber cumplido”, como aquel que dice, cada mochuelo se fue a su olivar.


SÁBADO 1 DE AGOSTO DE 1981


Por la mañana, después del desayuno, dimos una vuelta por las cercanías del hotel. fotografiamos y filmamos los momentos que habíamos visto la noche anterior. También aprovechamos para enviar algunas postales por correo. Hay que decir, en honor a la verdad, que el repertorio que tenían en la oficina postal del hotel no era muy variado y su calidad dejaba bastante que desear. Estas postales tienen la particularidad que llevan incorporado el franqueo para toda la URSS; sin embargo, para España había que poner una franquicia de 0,32 rublos.

Antes de dejar definitivamente la región de Bratsk, la compañía turística decidió obsequiarnos con una visita a la presa de Bratsk. Los datos que figuran a continuación los hemos ido tomando de los que nos ha suministrado Víctor, el jefe de Nicolai (y traducidos, como siempre, por este último).

El colosal pantano de Bratsk, el segundo del mundo después de Assuán, fue planeado en 1.936; pero, a causa de la Segunda Guerra Mundial, los trabajos no pudieron dar comienzo hasta l.950 y concluyeron en 1.960.

CARACTERÍSTICAS DE LA PRESA:


La presa está edificada en la garganta rocosa de Padoum y el material que se utilizó en su construcción fue el hormigón.

Tiene 924 metros de largo, 125 de alto (desde las turbinas) y 90 metros de ancho; todo ello reforzado con un dique de tierra de cinco kilómetros.

La presa posee 18 turbinas que funcionan a razón de 250 metros cúbicos de agua por segundo, lo cual proporciona una potencia de 4.500 Megavatios (22 a 24 millones de kilovarios hora anuales).

En esta central hidroeléctrica trabajan 780 empleados, entre ingenieros y especialistas.

Produce una riqueza de 45 millones de pesetas – hora.

El volumen que retiene, unos 169 mil millones de metros cúbicos, forma un verdadero mar, conocido como el “Mar de Bratsk” (lo mismo ocurre con Assuán, que forma el llamado Mar o Lago de Nasser). La superficie líquida de este “mar” es de 5.500 kilómetros cuadrados (como dos Luxemburgos) y su longitud alcanza los 570 kilómetros.

Como anécdota diremos que es tal el volumen de agua embalsada que una ciudad como Barcelona tardaría unos 450 años en consumirla.

Pudimos visitar parte de la presa, concretamente las salas de recepción y la de las turbinas. Desafortunadamente no se nos dejó fotografiar aquella gran obra, verdadero alarde de la ciencia para la paz.

De camino al aeropuerto, Víctor, nos vuelve a contar más cosas de esta región. Nos dice que en 1.731 era una aldea fundada por los cosacos; la cual pasó, como el resto de Siberia, al estado ruso a iniciativas de los Stroganof, familia de mercaderes que hacia finales del siglo XVI había emprendido la colonización de la Siberia hasta el Iritsch.

Los naturales que habitaban esta región eran los buriatos, parecidos a los mongoles. Víctor nos cuenta que la palabra “buriato” significa hermano en su antigua lengua; añadiendo, luego, que la palabra “bratsk” tiene en ruso el mismo significado, es decir, hermano.

El clima, vuelve a insistir en ello, es por aquí muy extremado. Como experiencia propia dice que él ha vivido veranos calurosos, en los cuales el termómetro llegó hasta los 30º C sobre cero e inviernos extremadamente gélidos en los que la temperatura descendió hasta los cincuenta grados bajo cero.

18h 26m: Tras la llegada al aeropuerto y embarque de nuestras pertenencias, subimos a un avión que, ahora, en estos momentos despega rumbo a Irkutsk.

NOTAS DE INTERÉS:

NOTA 1: Los lavamos para hombres están ubicados fuera del recinto del aeropuerto. El visitarlos fue toda una experiencia. Ni siquiera en los destartalados barcos que hacen el trayecto entre las islas del Mar Egeo habíamos visto tanta porquería acumulada. Menos mal que al salir de tal pocilga, la ligera llovizna que caía en aquellos momentos nos limpió de la cantidad de miasmas que llevábamos adheridas. Por si nos quedaba duda, aquello demostraba que, ciertamente, estábamos en Asia.

NOTA.2 Un vestido femenino, moda veraniega, con dibujos floreados y parecido a un tul, cuesta 3º rublos.

NOTA 3: Una botella de leche, alimento difícil de encontrar, cuesta 0,50 rublos.

NOTA 4: En Bratsk visitamos un supermercado. Para el occidental resulta sorprendente la pobreza que existe en la variedad de artículos alimentarios. Por lo que aquí vimos, y por la experiencia que nosotros mismos adquirimos a lo largo de nuestras comidas, deducimos que, si bien la ración diaria de calorías resulta suficiente; la carne, hortalizas, fruta y leche están muy por debajo del consumo normal en un país europeo no socialista.

NOTA 5. El avión es un pequeño reactor de dos motores.

18 43m: Sobrevolamos un manto de altoestratos. Según Eduardo debemos de estar a unos dos mil metros de altura..

19h 31m: Después de un vuelo de una hora y cinco minutos aterrizamos –esta vez, todo hay que decirlo, bastante bien- en el aeropuerto de Irkutsk. Allí nos estaban ya esperando Marina, Olga y Elena, a quienes se había sumado el jefe de la “Spoutinik” en esta localidad. Debemos de señalar que este hombre se jugaba el cargo de director en el caso de que el asunto de los alemanes y el nuestro hubiera ido mal.

Cenamos en el restaurante del aeropuerto. A esta cena asistieron también los rusos y las rusas, quienes, a nuestra cuenta claro, volvieron a beber el vino de Hungría.

Después de haber repuesto las energías, se nos llevó de nuevo al Hotel “Siberia”, en el mismo –o parecido- destartalado autobús.

Las habitaciones eran, por supuesto, las mismas y, al poco de llegar, descubrimos que las camas no habían sido hechas desde el día en que nos marchamos. El servicio del hotel se había limitado a cubrir las camas con las colchas. Por otra parte, ni tan siguiera se les había ocurrido poner una ducha con agua caliente para recibir a los expedicionarios triunfantes ...

Por la noche fuimos al salón comedor de ese hotel. Allí tomamos unas copas con las rusas y el ruso. Las chicas nos dijeron que al día siguiente, Elena y Olga, habían de marchar hacia el lago Baikal con la comitiva de los “mongólicos” (así los llamaban ellas, lo cual no dejaba de producirnos cierta gracia).

Después fuimos a dar una vuelta con ellas por las desiertas calles de la ciudad. De regreso, y antes de despedirnos, ellas nos dieron, como prueba de amistad, unas postales dedicadas.

Como quiera que a esa hora ya no funcionaba el servicio de autobuses, las chicas debían de ir andando a sus respectivas residencias que, dicho sea de paso, no se encontraban cerca del hotel. Alguna debía de caminar casi media hora. Ante esta circunstancia nosotros les preguntamos si no tenían miedo de ir solas por las calles de Irkutsk, una ciudad no demasiado iluminada. A lo que ellas respondieron que no. Que la delincuencia en Rusia es muy baja y que, además, hay servicio de vigilancia de milicianos y que si llegara a producirse un acto de violación las penas que la ley soviética imponen al agresor o agresores son máximas; pudiendo llegar, incluso a la pena capital, si los daños ocasionados en la víctima han sido considerados como graves.

Hemos de señalar que en la Constitución Soviética no entra la pena de muerte; pero, en caso de un delito grave, existe una disposición de letra ambigua, mediante la cual se puede aplicar este supremo castigo (hoy día , la pena capital se impone a los criminales, malversadores de fondos y separatistas).


DOMINGO 2 DE AGOSTO DE 1981

A las siete y media de la mañana nos despierta el timbre del teléfono. Es la telefonista del hotel que nos da los buenos días a la hora convenida.

Perezosamente nos levantamos. En el lavabo la ducha seguía sin funcionar; menos mal que al agua de la pica salía helada y eso ayudó a despejarnos.

Bajamos al salón en que habíamos estado por la noche. Allí desayunamos.

DESAYUNO: Pan de centeno con queso. Creps con miel –sin adulterrr, lo cual es muy difícil de encontrar en España - ...¡CAFÉ!. Un café muy aguado, pero, café al fin y por fin.

Minutos más tarde subimos a un autocar y emprendimos el camino hacia el lago Baikal.

El paisaje a esas horas de la mañana siberiana estaba semivelado por la niebla.

Mientras se desgranan los kilómetros, en el interior del autocar suenan aires españoles. a una canción le sigue otra y a esta otra y otra. Javier y José María se las saben todas y se complementan maravillosamente para deleite de todos (guías y chófer incluidos). Así, entre canto y canto, nos vamos aproximando al famoso lago.

El lago Baikal tiene una superficie de treinta y un mil kilómetros cuadrados y una longitud de 636 kilómetros. Es el lago más profundo del mundo, pues en su parte más honda se alcanzan los mil setecientos metros.

Con sus veintitrés mil kilómetros cúbicos de agua dulce constituye la mayor reserva de este elemento que existe en el mundo, y más del 80% de las que existen en la URSS.

Las anchuras máxima y mínima son, respectivamente, de 78 y 48 kilómetros. Tiene más de dos mil kilómetros de costas, 27 islas y 236 cursos de agua. A este respecto, debemos señalar que el lago es como un gigantesco pantano al que fluyen muchas corrientes de agua; la más importante de las cuales es la del río Salanga (más de la mitad), el cual nace en la cordillera Khangai, Mongolia, a mil seiscientos kilómetros de distancia. Este lago tiene, así mismo, otra particularidad y es que de él surge un efluyente, el río Angará (de manera parecida a lo que ocurre en el lago Victoria, cuyo efluyente es el Nilo), el cual lleva parte de las aguas de esta reserva al río Yenisey.

En términos geológicos, se sostiene que la formación del Baikal comenzó hace unos veinticinco millones de años; es decir, en el Período Mioceno de la Era Terciaria. Sus aguas mantienen una temperatura constante en la superficie de unos diez grados sobre cero y, parecer ser, que esta temperatura es inferior a la que tenían las aguas del lago hace millones de años.

Sus aguas son muy claras, de escasa concentración en sales minerales y muy ricas en oxígeno. Estas particularidades hacen que en este lago exista una riqueza piscícola fabulosa. Marina nos dice que, precisamente, esta abundancia de peces es de donde proviene el nombre, pues “Baikal” viene del turco “baicul” que significa “rica”; es decir, el lago que es rico en peces.

En las cercanías del lago hay aldeas o núcleos urbanos agrícolas. Parece un mundo canadiense; aunque con un aire exótico, puesto que las casitas tienen una arquitectura y están pintadas de forma muy diferente a las que solemos ver en ese país del Norte de América.

Las vacas, muy rollizas, pacen en los jardines de estas casitas. A primera vista, parece un lugar idóneo para vivir, salvo, quizás, en la estación hiemal, en donde el termómetro puede alcanzar los cincuenta grados centígrados bajo cero.

Mientras vamos en el autocar, tratamos de disparar algunas fotografías y rodar algunos metros de película y vídeo. Pero, dudamos que de el resultado sea bueno, dado que el vehículo se zarandea de mala manera debido al mal estado del firme de la carretera.

El autocar nos dejó junto a la orilla del Baikal. Probamos el agua y, efectivamente, resultó ser un agua dulce y muy fría; aunque ello no fue obstáculo para que Javier y Jaume se dieran un bañito, al tiempo que nos demostraban que estaban en buena forma realizando algunos numeritos gimnásticos.

Al poco de llegar nosotros hicieron su aparición los “mongólicos” y con ellos Elena y Olga, quienes no tardaron mucho en unirse a nuestro grupo. Lo hicieron porque, según nos dijeron, los mongolianos les resultaban bastante pesaditos (Nosotros pensamos que prefirieron cambiar a los mongolianos por unos irresistibles “latin lovers” hispánicos).

No pudimos visitar el Instituto de Limnologia porque, por lo visto, estaban esperando a unos congresistas y aún no era hora de abrir sus puertas. Por ello, aprovechamos el tiempo para continuar tomando fotografías y filmar planos de película y vídeo de este, para nosotros, remoto lugar.

Tampoco pudimos tomar un barco y dar una vuelta por las tranquilas aguas del Baikal, porque Nicolás nos dijo que no disponíamos de mucho tiempo, dado que teníamos que ir al aeropuerto y llegar allí sin prisas.

Hacia las once de la mañana emprendimos el regreso, pero esta vez acompañados por todas las chicas que conocimos en Irkutsk.

No tardamos en hacer una parada para comer los alimentos que nos habían puesto en una bolsa de viaje. El lugar parecía más propio de unas islas del Pacífico que de la Siberia, puesto que, aparte de un excelente complejo hotelero, la decoración consistía en esculturas que parecían representar ídolos de la mitología hawaiana.

Hablemos un poco del menú. ¿En qué consistía? Pues en un poco de pollo, concretamente en una pechuguilla, unos dulces raros, parecidos a la calabaza confitada, pan de centeno, un huevo duro y ... ¡un pepino! ¡No podía faltar! Para beber nos dieron un vaso de esa deleznable bebida que parece gaseosa con miel.

A pesar de las recomendaciones de Nicolás, el tiempo se nos ha echado encima y salimos hacia el aeropuerto de Irkutsk, no diré que a “toda pastilla”, puesto que la mayoría de loa autocares de la URSS son unas carracas y corren muy poco; pero sí los más rápido que permitía el vehículo.

Para desesperación de Nicolás, por el camino nos encontramos con grupos de autocares que llevaban al inefable coche oficial que, circulado por la izquierda, iba abriendo el camino. También debemos comentar el hecho de que nos topamos con un pelotón de ciclistas, alguno de los cuales iba, prácticamente, con la lengua fuera.

La llegada al aeródromo estaba prevista para las dos de la tarde. Llegamos, a pesar de tantos obstáculos, con sólo quince minutos de retraso. Sin embargo, Nicolás iba desesperado. Pero, lo que él ignoraba es que el vuelo a Moscú lo habían retrasado un poco ... ¡Nada menos que seis horas! O sea, que, hasta por lo menos las ocho de la tarde, habríamos de permanecer en el aeropuerto.

El tiempo en la sala de espera discurre lento, muy lento. Las horas se hacen pesadas e inaguantables.

Acompañados por las chicas rusas y Nicolás nos dirigimos al restaurante para ver si conseguíamos algo para comer y beber, dado que el bar del aeropuerto, por lo menos el que correspondía al sector en el que nos encontrábamos, estaba cerrado.

Milagrosamente conseguimos tres botrellas de vino y ocho botellas de agua (dos de ellas afanadas aprovechando un descuido de la camarera y ante el pasmo de las guías, quienes, luego, claro, “chivaron” el hecho a Nicolás). Debo señalar que en algunas mesas del citado restaurante vimos propinas dejadas por los comensales. Vaya, vaya ...

Ni el vino ni, menos aún el agua, lograron amortiguar el tedio de la espera. Cifuentes volvió a sacar su parchís portátil y algunos de los nuestros jugaron unas partidillas.

Ahora son las 19 horas (En España son las doce del mediodía y las once en Canarias). En la sala sólo estamos un puñado de extranjeros y nosotros con nuestros guías. Filo, Juan, Herminia, Cifuentes y José María juegan unas manos al remigio, con una baraja surgida como por encanto. Por su parte el amigo Marrades dialoga entusiasmado con Olga (¡Y yo que me pensaba que había hecho un ligue con esta chica!). Jaume, Jaume ...

Ahora, Nicolás nos llama. Es hora de cenar. Entonces le preguntamos qué es lo que ha pasado con el dichoso vuelo. El nos responde que lo han vuelto a aplazar. Bueno, en fin, pues a cenar tocan. Esta vez, quizás para calmarnos un poco, nos llevan a un lujoso salón. Parece un comedor del Siglo XVIII. Caramba, ésto no lo esperábamos.

El menú consistió en una taza sopera llena de verdura, parecida a la escarola, perejil y una especie de yogur con grosella. Siguió un pedazo de pollo, pan y una bola de mantequilla. Para beber, vino (pagando, claro) y té.

Las copas era de fino vidrio con dibujos y los vasos de té se parecían a los que teníamos la primera noche que comimos por primera vez en Bratsk. A propósito de los vasos, Nicolás hizo un comentario que nos desagradó:

-¡Oh! Es terrible. Siempre que veo estos vasos pienso en que cuando llevo a grupos de españoles en el transiberiano, luego, casi sin excepción, me recriminan el hecho de que vuestros compatriotas se llevan siempre alguno como recuerdo.

Después de la comida, ¡ay!, regresamos a la sala de espera.

Al poco de estar nuevamente en aquella aborrecida sala, llega un grupo de japoneses. Se muestran bulliciosos y curiosos. Su atención principal la dirigieron a un desvencijado piano que allí había. Poco después, los nipones toman por asalto el desafinado instrumento y, por lo menos, nos distraen con las piezas que tocan en él. Aunque, a fuer de ser sinceros, no a todo el mundo gustó escuchar la música que improvisaban los japoneses, puesto que despertaron a Javier, quien, en aquellos momentos estaba en lo mejor de una siestecita. Algo más tarde, nuestro amigo se tomaría su revancha; ya que se puso él ante el piano y nos obsequió con los acordes del himno nacional de España (pieza musical que dejaría pasmados a los nipones, ya que no tendrían ni idea de lo que Javier estaba tecleando en el piano).

-Chico, os traigo una noticia –Era la voz de Nicolás, quien hacia un rato que había salido de la sala- ¡El vuelo lo han aplazado otra hora más!

-¡Es la hostia! ¡Es la hostia! –Exclamó nuestro improvisado pianista

-C....co...collons! –Balbuceó Genebriera

-Res, nois. No hi ha res a fer – Dijo Jaume con resignación.

-Oye Nico –dice Filo- ¿Aquí siempre ocurre esto?

-No. Sólo cuando tenemos españoles ...

Para matar el tiempo, retornan las cartas, el parchís y los diálogos insulsos.

22h 10m: Se nos da la autorización para embarcar en el avión. Momentos después nos despedíamos de las que han sido nuestras guías por estas tierras. Adiós Olga. Adiós Marina. Adiós Elena. ¡Hasta siempre!

Faltaban seis minutos para que fueran las once de la noche cuando tomábamos asiento en la cabina del aparato. Nos han colocado en la parte delantera de la clase turística (luego, también en el mundo soviético hay clases).

El avión se va llenando de gente cargada de paquetes. Por su aspecto, parece que todos son rusos. El trasiego de pasajeros en estos aeropuertos siberianos es muy intenso; puesto que, aparte del ferrocarril –que no llega a todas partes-, el avión es el único medio de comunicación directo en Siberia.

La ventilación del aparato está funcionando demasiado intensamente. Empieza a hacer un frío endiablado. Algunos de los miembros de nuestra expedición logran hacerse con ropas de abrigo; pero, la mayoría se ven obligados a aguantar estoicamente con sus vestimentas ligeras, esperando en que algún momento funcione la calefacción.

23h 20m: Nos ponemos en movimiento. Suponemos que vamos a buscar la pista de despegue.

23h 30m: El avión se detiene y para sus motores.

23h 36m: Otra vez nos movemos. Entramos en la pista de despegue. Delante nuestro, las luces de la pista se extienden hasta casi juntarse, por efecto de la perspectiva, en la lejanía. Detrás, otro avión nos sigue.

23h 40m: El pájaro metálico se lanza acelerando por la pista. Un minuto después estamos en el aire.

23h 44m: El avión describe un amplio círculo que nos permite divisar Irkutsk por última vez. Allá abajo, dentro de aquel conjunto de puntitos de luz quedan Marina, Olga y Elena. Adiós muchchas. Sentimos no haberos podido conocer mejor ... y más profundamente.

23h 50m: Casi enfrente de nosotros, a las once, como dirían los pilotos, el horizonte se vuelve rojizo en la zona del terminador y azulado en una franja de unos dos grados de anchura por encima, en tanto que el resto del cielo presenta un intenso negro púrpura, en el que destaca el brillo del planeta Venus.

El frío dentro de la cabina sigue aumentando. En las paredes y cristales de las ventanillas aparece escarcha. Manolo llama la atención de sus compañeros de asiento –Jaume y Eduardo- y les enseña sus botas de cuero marrón que ahora presentan un color blanquecino por efecto del agua congelada.

Jaume se lo comunica al resto de los compañeros y a Nicolás, quien llama a una azafata. Cuando esta viene, nuestro guía le explica el problema. Esta da media vuelta y, al poco, regresa y por toda respuesta se limita a darnos un trapo para secar el agua y quitar la escarcha que se ha ido formando ...

00h 15m (Hora de Irkutsk): Ahora la pared se ha puesto caliente. Ha entrado en funcionamiento la calefacción. El hielo empieza a evaporarse. Pero, a pesar de todo, la temperatura sigue siendo muy baja. Suponemos que la mayoría de los miembros de nuestra expedición va a agarrar una buena galipandia.

00h 40m: Nos dan la cena. Otra extraña comida de estas horas. El “menú” consistió en un trozo de pollo frío, un pedazo de pan de centeno, una pasta parecida a un mantecado y un café sintético.

02h 30m (hora de Irtkutsk): Con la “suavidad acostumbrada” tomamos tierra (faltó poco para que nos hartáramos) en Omsk.

Bajamos del aparato y, como en la ida, nos llevan a la zona “capitalista” del Bar del aeropuerto. Allí nos tomamos un vodka, el cual nos vino a salir por barba 1,20 rublos.

En este mismo bar, nos aprovisionamos de un buen número de libros que, escritos en español, hablan de economía y política en la URSS.

03h 45m (siempre en hora de Irkustk): Ya estamos de vuelta al aparato, el cual, casi de inmediato se pone en movimiento. Vamos dejando atrás el salón de recepción de Omsk. Enfilamos la pista de despegue.

Detrás del asiento en el que viajan Jaume, Eduardo y Manolo, una joven madre rusa arropa en sus brazos a un niño de pocos meses, mientras una cuna de tela se mece sobre sus cabezas, suspendida en unos salientes de los portaequipajes del pasillo.

El avión se ha detenido. Los motores zumban. Son los tensos momentos que preceden a toda maniobra de despegue y que pueden convertirse en una verdadera tortura para el viajero aprensivo (por lo menos el que va instalado en la cabina de la clase turista).

03h 55m: El aparato pone al máximo sus motores y seguidamente se lanza por la pista de aceleración en una alocada carrera. Segundos después, estamos en el aire otra vez. Sin embargo, todavía tenemos tiempo de divisar la ciudad de Omsk con el fuego de sus varios hornos que iluminan aquellos parajes sumidos en la obscuridad de la noche siberiana.

Tenemos como unas tres horas de vuelo hasta llegar a Moscú. Así que la mayoría de nosotros decidió echar una cabezadita que buena falta nos hacía.

06h 42m, hora de Irkustk, 01h 42m: hora de Moscú (hay, pues, cinco horas, entre ambas ciudades). Aterrizamos en el aeropuerto de Moscú.

Bajamos del reactor. Atravesamos la pista caminando y, como siempre, vamos acompañados de una azafata.

Después atravesamos largos corredores y salimos a la calle. Allí dejamos nuestras bolsas de mano y volvemos sobre nuestros pasos para ir a buscar el resto del equipaje. Para ello tenemos que descender a una sala, en donde un grupo de personas de todas las razas y colores parecen aguardar la partida de su avión.

Los lavabos de este sector están infames; aunque no tanto como los que tuvimos el “placer” de visitar en el aeropuerto de Bratsk.

Más tarde vino la odisea de trasladar el baúl azul. Sus ochenta kilos de peso se nos hicieron toneladas al trasladarlo por los inacabables corredores del aeropuerto.

02h 10m: Nicolás se ha ido a efectuar una llamada telefónica para que la empresa “Spoutnik” envíe un autocar a buscarnos y llevarnos al Hotel Orlinok.

02h 30m: El autobús no aparece. El frío de la madrugada comienza a notarse. Todos nos abrigamos con nuestras ya legendarias parkas azules.

03h 20m: Sigue bajando la temperatura y el vehículo que ha de venir enviado por la compañía turística estatal brilla por su ausencia.

03h 30m: Enfrente nuestro, un grupo de individuos se lía a mamporros. Dos de ellos ruedan por el suelo y una botella de zumo que uno llevaba encima se rompe. No aparece ningún miliciano. Otros miembros del grupo de rusos tratan de separarles. Lo consiguen por fin y, al final, llevando a uno fuertemente cogido lo meten en un vehículo obscuro y momentos después todos se van con él.

03hh 40m: Nada, que el autobús no viene.

En estos momentos observamos que un individuo se apea de un automóvil particular; el cual ha aparcado enfrente nuestro y se dirige a Javier haciéndole un comentario. Javier, extendiendo el brazo señala que vaya a donde está Nicolás. El extraño camina unos pasos y, segundos más tarde, entre él y nuestro guía se entabla un diálogo. Acabado el mismo, el hombre da media vuelta, se introduce dentro de su coche, lo pone en marcha y se va.

No entendemos claramente lo que ha pasado. Por su parte Nicolás no ha sido nada explícito. Simplemente se ha limitado a decirnos que aquel hombre tan sólo quería información. Como, por naturaleza, los españoles somos mal pensados, nos olemos que aquí hay gato encerrado y que Nicolás no ha querido decirnos la verdad.

La luz se nos hizo cuando observamos la cola interminable que había en una parada oficial de taxis. Sucedía que a menudo aparecían vehículos particulares: Paraban cerca de dicha cola. Se apeaba el conductor y se dirigía a las personas que resignadamente esperaban turno –también solían abordar a otras que deambulaban por allí y que tenían el aspecto de ser viajeros que acababan de llegar a Moscú-.
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Después de una breve conversación, la cosa, en general terminaba con la subida del viajero al citado automóvil. Si sólo subía una persona, rápidamente, el chófer se apresuraba a buscar nuevos pasajeros.

Cuando tenía dos o tres personas a bordo, el conductor montaba en el vehículo y, poco después, desaparecía en marcha bastante fuerte. Pudimos, además, observar, que no había reparos en abordar a los soldados o militares que por allí aparecían, quienes no parecían tener ningún escrúpulo en subir al “taxi pitara”, pues de eso se trataba.

Con toda la mala fe del mundo, preguntamos a Nicolás sobre el particular; pero, este volvió a responder con evasivas; diciéndonos que eran “particulares” ... ¿particulares? ¿Cómo, pero aquí que todo es estatal o en régimen de cooperativa? ... Nicolás no quiso continuar hablando sobre el tema.

04h 10m: Algunos miembros del grupo deciden dar una vuelta por el aeropuerto, con la sana intención de chafardear un rato.

Comenzaron caminando en dirección a poniente. Entonces pudieron percatarse de que el exterior del aeropuerto estaba sucio y bastante destartalado. En el suelo abundaban las colillas de cigarrillos y papeles, También observaron que el firme de las calzadas estaba descuidado.

Luego, se introdujeron en una de las salas de espera. En el inmenso recinto, una humanidad de cientos y cientos de personas se hacinaban esperando pacientemente el turno de su avión. Estaban en sillones, acurrucados en cualquier rincón o, simplemente, tirados en el duro suelo.

Multitud de niños yacían junto a sus mayores. Muchos de ellos estaban despiertos y mostraban cara de desazón que sólo vemos en la gente menuda cuando las criaturas padecen las incomodidades del frío, el sueño y mala nutrición. El olor que se percibía era denso y ofensivo.

Nicolai nos había asegurado que por allí no había bares; pero, lo cierto es que en ese lugar funcionaba un servicio de bebidas calientes, incluso había gentes que consumían leche, servida en envases triangulares, parecidos a los que se usan en España; lo que resultaba chocante, puesto que nuestro guía nos había asegurado que en le URSS era raro que la gente mayor bebiera leche..

El grupo cosmosureño fue atravesando por en medio de aquella multitud, verdadera imagen del estoicismo. No había nadie que pareciera malhumorado. Nadie se exclamaba. Todos acataban el que las cosas fueran así y no de otro modo.

Los miembros de Cosmosur también eran observados por los rusos allí presentes, ya que presentaban un aspecto que para ellos debía resultarles chocante. Iban enfundados en parkas azules, con los escudos de Cosmosur. Todos iban calzados con botas vistosas y, además, llevaban un vistoso botiquín de mano con una cruz roja muy grande y, por ello, bien visible. Supongo que para los rusos, nosotros éramos algo así como guerrilleros que veníamos o íbamos a Afganistán, por ejemplo.

Ante la visión de aquel panorama comprendimos el por qué Nicolai nos había dicho que en aquel sector del aeropuerto no habían bares. La razón la tenían fundada en el hecho de que no quería que viéramos lo que, desgraciadamente para él, vimos a consecuencia del retraso del autobús.

Por fin, hacia las cinco de la mañana, los miembros de “COSMOSUR-81”, vimos aparecer el autocar que nos enviaba la “Spoutnik”. Tras subir en él todos nuestros bártulos, poco después emprendimos el camino hacia el hotel “EL Aguilucho”

Mientras avanzábamos, se iba haciendo de día. Son las seis cuando atravesamos las desiertas calles moscovitas. Esa extraña quietud nos llama la atención. En España, pongamos por caso, a tales horas, las rúas ya se ven muy concurridas. Aquí, por lo visto, al ser un país en donde prácticamente todo es del Estado, los horarios , en la gran mayoría de casos, están comprendidos entre las ocho y las ocho y media como horas de entrada en los lugares de trabajo.

Este ámbito de tipo funcionarial, hace que cuando se ve trabajar a los obreros; estos, en su labor no muestran demasiado entusiasmo. Sólo esperan una cosa: la hora de plegar. Por ello, tal vez, en la mayoría de las fábricas podemos ver unos grandes paneles en donde se hallan colocadas las fotografías de los obreros más trabajadores o más productivos. Con esta medida honorífica, suponemos que se trata de fomentar el rendimiento laboral.

06h 30m. Llegamos al Hotel Orlinok. Allí, tras un breve intercambio de impresiones, decidimos que nuestro personal, en lugar de desayunar, lo que necesitaba era descansar un rato. Así que fijamos las once de la mañana como hora en que debíamos volvernos a encontrar.

La ducha en el psicodélico “cuarto de baño”, repuso las fatigas pasadas y, poco más tarde, los miembros de Cosmosur dormíamos como lirones.


LUNES 3 DE AGOSTO DE 1981


Nos levantamos ... (¿digo bien?) a las once.

Bajamos a la sala de espera. Recuperamos las bolsas que dejamos en consigna; lo que para muchos de nosotros significó que, por fin, podíamos cambiarnos las botas por un calzado mucho más cómodo.

Después de esperar un rato (aquí la espera y las colas forman parte del patrimonio nacional) pudimos coger un autobús. El tiempo climático, dicho sea de paso, está empezando a cambiar. Gruesos nubarrones cubren el cielo. No será raro que caiga algún chubasco.

El autocar discurre por amplias avenidas moscovitas, hasta que se detiene en un hotel, situado en la moderna Avenida Kalinin. En su salón restaurante nos sirvieron una aceptable comida.

Cerca de nosotros, concretamente a nuestra espalda, un grupo de muchachas conversa animadamente. Por sus rasgos faciales, típicamente helenos, deducimos que tenían que ser sicilianas o maltesas. En realidad eran chipriotas.

Una vez hubimos acabado de comer, volvimos al autobús. Ahora, nos llevan a visitar una exposición a la que han dado el pomposo nombre de “Exposición de los Logros de la Unión Soviética”.

El recinto ferial es inmenso. Tiene edificios y pabellones muy parecidos a los que podemos contemplar en la Exposición de Montjuich. En el centro, y frente al pabellón de los “Éxitos del espacio”, se encuentra una fuente coronada por una lanzadera con un “Vostok”, similar al que el doce de abril de 1.961 llevó al espacio al primer cosmonauta de la humanidad: Yuria A. Gagarin.

Más atrás, en medio de lo que podríamos calificar como la avenida principal del recinto ferial, pudimos contemplar una gran fuente ornamental. Tenía varios surtidores de agua que surgían de la boca de unos peces dorados. En torno a la fuente se destacaban diecisiete esculturas, también doradas, que simbolizaban a las diecisiete repúblicas de la Unión.

Nicolás nos llevó al interior del pabellón “Cosmos”, que así se llama el de los éxitos del espacio. En este pabellón se hallaban expuesta toda la gama de los vehículos del espacio que ha fabricado la URRSS: Vostoks, Sputniks, Soyuz-Salyut, Veneras, etc.

Nos sorprendieron dos cosas; la primera fue el observar que los ingenieros rusos dan a sus vehículos espaciales unas formas redondeadas características y, en segundo lugar, el ver que la estación cósmica Salyut está pintada exteriormente de un extraño color verde.

También habían reproducido la cápsula norteamericana Apolo, la cual estaba acoplada a una nave del tipo Soyuz, para recordar la primera cita espacial que realizaron ambas potencias, allá por los años setenta, después de que los norteamericanos llegaran a la Luna.

Gracias a las gestiones del guía, cosa que agradecimos profundamente, pudimos visitar, pasando por delante de un sinnúmero de personas que, pacientemente hacían cola, la maqueta –doble o simulador de tierra- de la estación espacial Salyut-Progress, cuya forma externa nos recordaba a la de una hormiga monstruosa.

En principio, el interior de la nave no parecía demasiado cómodo. Los astronautas duermen en unos sacos adosados en las paredes de la estación espacial. Tiene una ducha y algo parecido a lo que podríamos llamar aseo. La sala de control no nos la dejaron visitar, pues taba separada del resto del recinto por un cristal que impedía su acceso.

Nicolai hizo un comentario chusco. Dijo que los americanos estaban desarrollando una Lanzadera con fines militares; pero que aún no habían logrado lanzarla con éxito. Esta afirmación nos sorprendió. Entonces le dijimos que la lanzadera “Columbia” había sido ya probada y que, si bien es cierto que los norteamericanos tienen intenciones de hacer pruebas militares con tales vehículos, no es menos cierto que los soviéticos, con su estación, estaban en camino de colocar doce hombres con armamento nuclear. Así que si, por un lado, los norteamericanos tenían lanzadera y no tenían estación, los rusos, por su parte, tenían estación, pero no lanzadera, Por ello, le dijimos al “amigo” Nicolás que occidentales y orientales estábamos igualados. El guía no respondió.

Luego, con gran prisa, nos llevó a ver el “primero y más grande cine panorámico en 360º”. Pero, la verdad es que la sala de proyección era en realidad muy reducida y en ella,. dispuestas de manera circular, habían diversas pantallas. Lo que allí se proyectaba era un documental sobre temas archiconocidos: la alegría de las juventudes del komsomol, lo maravilloso que resulta esquiar y lo bien que va todo en la URSS.

Como las pantallas, o mejor dicho, lo que se proyectaba en ellas no estuviera, en general, equilibrado y el público, además, tuviera que permanecer de pie –aparte de calor que allí reinaba-, la mayoría de nosotros optó por salir del cine y tendernos a la sombra de un gran árbol que había, justo, enfrente de la entrada.

Terminada la visita al “más grande recinto exposicional del mundo”, volvimos a subir al autocar, el cual nos llevó a la Plaza Roja. Este lugar tiene una forma rectangular. Entrando a mano derecha tenemos las paredes de ladrillo del Kremlin, a la izquierda los grandes almacenes Gom y enfrente la Catedral de San Basilio, la cual destacaba del entorno por su desusada policromía.

Ante el Mausoleo de Lenin –que exteriormente recuerda a una pequeña pirámide-, asistimos al cambio de la guardia. Los soldados, vestidos con un impecable uniforme de color verde y unas brillantes botas de caña alta y estrecha, marchaban al paso de oca ruso, hacia el lugar en que debían relevar a sus compañeros, quienes permanecían firmes como esculturas ante la entrada del fúnebre monumento.

La guardia la componen dos soldados, los cuales son traídos y llevados por un oficial. La gente, o mejor dicho, la muchedumbre, asistía a este espectáculo como los niños acuden al circo.

Nicolás, el guía, nos contó algunas anécdotas sobre la historia de la Plaza Roja. Como, por ejemplo, el de una estructura circular que se podía ver enfrente mismo de los almacenes Gom. Eso es lo que en su día fue el cadalso en donde fueron ejecutados los principales líderes del movimiento conocido como el de los “Decembristas”. También comentó que en las conmemoraciones solemnes, como la Fiesta de la Revolución de Octubre, dicho lugar es engalanado con consignas, gallardetes y banderas.

Estando realizando las clásicas fotografías y filmaciones del lugar, se desencadenó una violenta tormenta, seguida de un fuerte chubasco. En pocos instantes, la concurrida plaza quedó desierta. Nuestro grupo se refugió bajo los toldos de los almacenes Gom. Allá enfrente nuestro, triste y solitario estaba el Mausoleo. El único signo de vida eran los dos soldados que montaban guardia a la entrada. Era como una visión futurista. Algo difícil de explicar ...

Bajo el toldo estuvimos sólo un rato, porque decidimos mudarnos de lugar y situarnos en la entrada misma de tales almacenes. Exteriormente el edificio tiene el aspecto de un palacio zarista. Visto por dentro, presenta varias calles. Estos corredores interiores están cubiertos por cúpulas longitudinales y transparentes.

Cuando entramos en ellos, a regañadientes de nuestro guía, los atravesamos longitudinalmente. Pudimos, de este modo, apreciar como una multitud abigarrada y racialmente diversa se apelotonaba en interminables colas. Parecía el mercado de una barriada obrera de nuestro país.

Cuando salimos de los almacenes Gom, camino de un típico restaurante uzbeco, cruzamos las mojadas calles, en donde el agua había formado grandes charcos, gracias a sus baches y, gracias, también a que el trazado del firme es convexo, en lugar de ser cóncavo. Además, debemos añadir el hecho de que las calzadas tienen cierto aire de descuido; pero, no tanto como las que vimos en Irkutsk.

Llegados a la entrada del restaurante, pudimos observar que ya había una cola que aguardaba la apertura de sus puertas. El guía Nicolás, abriéndose paso entre los allí presentes, llama. Al poco aparece un camarero rubio y con aspecto desaliñado.Cruzan unas palabras. El camarero vuelve a cerrar la puerta, en tanto que Nicolai comenta:

-¡Vaya! Lo que me faltaba ...¡No entiende ruso! ...

Poco después volvía el mismo individuo y esta vez nos dejó entrar.

El interior del restaurante uzbeco tenía el aspecto de haber sido en otro tiempo una mezquita. Hicimos una visita a los lavabos. Estos, aunque tenían a su cuidado a un anciano hombrecillo –quien se empeñaba en ofrecerte su servicio, es decir, venderte unas toallitas de papel parecidos a los típicos “kleenex”- aparecían bastante descuidados y sucios.

Tras una espera, no demasiado larga, nos sentamos en la mesa, muy cerca de una gran ventana que daba a unos jardines interiores.

El menú, de estilo asiático (típico del Uzbekistán) consistió en:

-Una ensalada de salmón
-Pollo con salsa muy picante
-Pinchos de carne de cordero
-Un helado

Regamos la comida con vino. Nos sirvieron dos tipos de vino tinto, uno que era demasiado dulce y otro más seco y duro de sabor .

Mientras que las viandas eran devoradas con apetito, de vez en cuando, una orquestita tocaba unas musiquitas modernas. Nos hacía gracia el observar a un grupo de jóvenes uzbecos, tres chicos y dos chicas –una de ellas monísima y alegre, quien iba enfundada en unos ajustados pantalones negros y llevaba una blusa polonesa de color amarillo; en tanto que su pelo, muy corto, resaltaba la agradable redondez de su cara y bonitas facciones. La otra, más comedida en todo, tenía el pelo mucho más claro y, de vez en cuando, hacía ascos a la comida que le habían servido-. Cuando tocaba la orquestita, ellos se ponían a bailar y la que era más bonita lo hacía con un meneo y una gracia sin par.

También nos llamó la atención una pareja de sesentones. Tanto él como ella eran de baja estatura, pero bailaban los ritmos modernos sin ningún tipo de inhibición. Además, él lucía ostentosamente todas las condecoraciones imaginables, las cuales llevaba prendidas de su chaqueta formando cinco niveles horizontales (debía de ser todo un héroe del Ejército Rojo).

La cena vino a salirnos por unos veinte rublos por cabeza (anteriormente habíamos rechazado la propuesta de ir a cenar a otro restaurante mucho más típico porque la cena nos pareció demasiado cara: treinta rublos ...).

Después de cenar, nos dimos el gustazo de coger, por vez primera, el famoso metro de Moscú. Sin embargo, esta vez quedamos fuera del área de las estaciones más lujosas. Eso quedó para otro día. El precio del billete era de cinco kópecs.

Nicolás nos llevó de vuelta al hotel Orlinok (Aguilucho). Poco después caía un ligero chubasco que limpiaba la atmósfera de la gran urbe rusa; en tanto que los miembros de Cosmosur, distribuidos en sus respectivas habitaciones, mataban el tiempo como podían.


MARTES 4 DE AGOSTO DE 1.981


Por la mañana, después del desayuno, nos llevaron, otra vez, a la Plaza Roja. La intención era la de visitar el interior del Mausoleo. Nada más llegar, el guía nos hizo dejar todas las cámaras fotográficas, filmadoras y aparato de vídeo en el interior del autocar.

Ante nuestro recelo por abandonar todo aquel material en el interior del vehículo, Nicolás, en tono displicente, nos dijo:

-Vamos, vamos. Aquí en la Unión Soviética no hay ladrones.

Luego, como viera que en la bolsa del verdugo azul que llevaba Manolo se apreciaba un bulto, se dirigió a él de forma harto impertinente, exigiéndole que le mostrara lo que allí llevaba. Manolo abrió la cremallera de esta prenda y, en lugar de extraer una superbomba elaborada por la CIA Norteamericana para reducir la momia de Lenin a átomos, sacó un par de películas de su cámara “Súper-Ocho” y, como era de esperar, el camarada Nicolai le obligó a dejarlas junto con los demás objetos y pertenencias de los expedicionarios de Cosmosur.

Luego hubimos de colocarnos en una cola inmensa cuyos integrantes –como no podía ser de otro modo en esta tierra- aguardaban pacientemente su turno de entrada en el Mausoleo. En ella había personas de todas las naciones y razas de la URSS y multitud de escolares ataviados con trajes típicos y tocados con vistosas escarapelas.

Delante de nosotros había un nutrido grupo de colegialas. Estas chicas iban con una falda corta; pero, como las “niñas” habían evolucionado más rápidamente que lo que preveía el plan quinquenal (o, también debido a la larga espera ante la entrada del Mausoleo), resultaba que tales prendas resultaban sumamente cortas, tanto que, como las chicas no tenían reparo alguno en sentarse en el suelo, agacharse, etc. llenaban de erotismo - ¡gracias al Cielo! - aquella cola macabra, cuya única finalidad era rendir culto a la momia de un hombre que, por decreto, había abolido cualquier tipo de culto.

Filo, chungona como siempre, le dijo a nuestro guía:

-Oye, Nico, esas chicas que tenemos delante ¿son colegialas o vedettes?
-¿A ti que te parece? –Dijo, con fastidio el guía.

Lentamente, la cola iba avanzando en aquella mañana lluviosa. Primero hubimos de atravesar una barrera policial de control –la “frontera”, como decía Nicolai-. Allí fuimos mirados y remirados. Se metieron con una funda de calculadora que llevaba Manolo colgando del cinturón y que éste hacía servir como monedero. Añadamos que, a lo largo del trayecto hubo de experimentar por tres veces los mismos gestos y preguntas y por tres veces él se limitó a responder lo mismo:

-Thi’s my money pocket! Dollars pocket ... Understand?.

También el amigo Eduardo hubo de soportar el ataque de estos sabuesos. ¿Por qué? Sencillamente, porque Eduardo portaba un impermeable y en uno de sus bolsillos llevaba una boina o txapela para cubrirse la cabeza de la lluvia. El pequeño bulto de la prenda levantaba, por lo que se ve, sospechas. Al final, nuestro amigo, con aire chusco, se la puso y no se la quitó hasta poco antes de la entrada.

Quienes no tuvieron problemas fueron nuestras vecinas las colegialas. Lógico ¿No?

Agentes especiales de paisano montaban guardia, embutidos en sus impermeables. Al mirar sus caras veíamos una expresión desagradable; casi, diríamos, que siniestra. Comprendíamos que aquellos individuos, por menos de nada, podían reducirte a la más mísera condición, sin que tuvieras la más mínima oportunidad de defenderte.

Unos comisarios que iban de uniforme se metieron con el matrimonio Genebriera. La razón era que ambos iban cogidos del brazo. Allí por lo que se ve, no se puede coger a la esposa. ¡Faltaría más, Lenin está presente! (Sin embargo, los mismos comisarios no dijeron nada a las faldicortísimas de nuestras vecinas. Quizás pensaron que a Lenin le agradaría ver aquella colección de frescos muslámenes y blancas braguitas).

Siempre, severamente vigilados, entramos en el Mausoleo de mármol. A la escasez de luz siguió un frío repentino. Era en verdad la frialdad de la muerte. Poco a poco fuimos avanzando. Giramos a la derecha, después de bajar unas escaleras, y, allí, metido en una urna de cristal, adornada con los símbolos del Partido y sumergida en una luz blanquecina, estaba la momia de Lenin.

Manolo iba con los brazos cruzados, absorto en sus pensamientos, cuando un soldado, bastante joven, se le aproximó y le dijo que no podía ir de aquella manera. ¡Por lo visto, el llevar los brazos cruzados era considerado un signo de desacato hacia el Padre de la Patria de los Soviets.

Entretanto, seguíamos avanzando. Pudimos observar que Lenin yacía metido dentro de un traje de terciopelo azul marino. A medida que nos aproximábamos, más nos daba la sensación de estar contemplando a un muñeco de cera, Hasta sus manos ponían de relieve esta característica. La izquierda la tenía extendida, en tanto que la derecha aparecía cerrada y en el pulgar de esta mano observamos que llevaba puesta una especie de tirita ... (¿?)

De pronto, otro soldado se dirigió a Manolo y le llamó nuevamente la atención, ya que otra vez iba con los brazos cruzados y, lo que es más, con la mano, este uniformado le advirtió que esta era la segunda vez que lo “pescaban” en tan irreverente actitud. Manolo, debió de pensar que estaba bordeando los trabajos forzados en el Gulag siberiano y, en voz baja dijo: “Tranquilo. Tranquilo que no habrá una tercera vez”. No la hubo, afortunadamente para él.

Tampoco Joan Genebriera y Juan Vidal pudieron librarse de una bronca, ya que ambos, al entrar llevaban puestas sendas gorras, y, claro, no tuvieron más remedio que descubrirse (con gran rabia de Juanito, ya que el hombre es un anticomunista de pro).

Cuando ya estábamos casi ganando la ansiada –no exageramos- salida, una rusa hizo un comentario a un compañero que iba con ella, entonces, otro soldado que montaba guardia, empezó a decirles de una manera violenta que se callaran.

Debemos de comentar también que en tal lugar pudimos apreciar que en algunos sitios del suelo había unas franjas metálicas que coincidían con la anchura de ciertos recintos, cosa que nos hizo pensar que en un momento dado aquello podía levantarse formando una pared metálica infranqueable. Por otra parte, también nos dio la sensación de que la misma urna que contenía los restos –si es que lo eran- de Lenin, podía descender hacia el fondo de un pozo. Suponemos que todo está previsto para el caso de un conflicto atómico.

Poco después, la luz plomiza de un día nublado saludó nuestra resurrección. Atrás, la gente, sumisamente, iba avanzando para rendir culto a un muerto, en un país en donde, oficialmente, no se admite la religión. En cierta forma, Lenin, o mejor dicho, el culto a su persona, suple la falta de religión o, quizás, va en vías de convertirse en creencia.

Seguidamente, nos vimos forzados a recorrer un camino a lo largo de la muralla del Kremlin, en dirección a la Catedral de San Basilio. En la pared externa de este recinto, estaban los nichos que contienen las cenizas de los héroes de la Unión Soviética. El último a la derecha correspondía a Kosiguin, quien juntamente con Podgorni y el sempiterno Breznev formaron el triunvirato conocido como la “Troika”.

Algo más lejos estaban las tumbas de tres cosmonautas, quienes fallecieron por descompresión al desprenderse una de las escotillas de la nave en que viajaban cuando iniciaban la reentrada en la atmósfera sin llevar, para ahorrar espacio, el reglamentario traje espacial.

Ni que decir tiene que nos detuvimos unos momentos ante el nicho que contenía las cenizas de Yuri A. Gagarin, muerto en accidente de aviación.

También hay que comentar que en aquel mismo sector estaban enterrados algunos de los ochenta generales y mariscales del Ejército Rojo que, según nos dijo Nicolai, perecieron víctimas de un accidente de aviación (Nosotros no le dijimos que teníamos otra versión, es decir, la de que murieron cuando hizo explosión un supercohete, estilo Proyecto Nova).

Acabasdo el periplo de visita por los alrededores del Kremlin, montamos de nuevo en el autobús de la “Spoutnik” y regresamos al Hotel, en cuyo restaurante nos sirvieron el menú de siempre: ensalada de nabo con ... ¡pepino! y yogur, a lo que siguió una sopa caliente .cuyos ingredientes no pudimos descifrar-, patatas con carne, una pasta y té, mucho té.

Por la tarde fuimos a visitar la galería de arte “Tretiakov”, en la que se exponen cuadros y alguna que otra escultura. Todo el material que allí se exhibe es de gran calidad; aunque la mayoría de los artistas son desconocidos en Occidente,

Hemos de comentar que la sala correspondiente a los pintores y escultores contemporáneos estaba cerrada. La causa no la supimos; pero la intuimos, porque el mismo Nicolás nos dijo que todo aquel artista cuya obra no esté de acuerdo con los cánones establecidos por el Régimen, no sólo no goza de los favores de éste, sino que, además, se ve imposibilitado de exponer su obra en cualquier galería oficial de arte. Sólo le queda la oportunidad de ir a un parque y, allí, al aire libre, sí que le está permitido mostrar sus obras.

El cuadro que más nos impresionó fue el que representa a Jesucristo meditando, sentado en unas piedras y situado en un paisaje marciano.

El guía, en sus comentarios sobre los cuadros en los que aparecía la figura de Cristo, no mostró ningún desprecio hacia el personaje; sólo que, de vez en cuando se empeñaba en señalar que el artista se había esforzado en dar a la figura de Jesús la expresión de un hombre corriente.

Acabada la visita a la galería de arte, Nicolai nos llevó de tiendas. Estas se hallaban situadas en una amplia avenida, muy cerca de una de las siete moles estalinianas que hay edificadas en esta ciudad, edificio colosal que es visible, prácticamente, desde todo Moscú.

Los almacenes eran de dos tipos; unos que podríamos calificar como normales, es decir, en donde se paga en rublos, y los otros eran los llamados "“EP3KA"”(Beriozcka), que en cristiano católico viene a significar “abedul”, en los cuales el pago se hace exclusivamente en divisas extranjeras (si son dólares tanto mejor). Nos apresuramos a decir que, como los cambios de moneda son artificiales e impuestos por el estado, el turista siempre sale perjudicado con el cambio de divisas o, en este caso, precios.

En el sector de los beriozka, efectuamos diversas compras: objetos de ámbar, muñequitas rusos –brioschcas-, gorros cosacos, etc. Para dar una idea de los precios citaremos, por ejemplo, que las gorras o sombreros rusos oscilaban entre los 22 y los 200 rublos, según que fueran de piel de conejo o de marta sibelina; una pulsera de ámbar, por término medio, venía a salir por unos 23 rublos. A este respecto, debemos señalar que el rublo oficialmente se cotiza a un dólar veinte centavos (en el mercado negro puedes conseguir que te den de cuatro a cinco rublos por un dólar).

Como parte del personal quería visitar otras tiendas y al resto no le atraía demasiado la cosa, Nicolás optó por enviar en un taxi al hotel a aquellos a quienes los de “ir de compras” no les seducía.

Así que Nicolás mandó parar un taxi en el que subieron Alfredo, Eduardo y Manolo. Pero, ocurrió que al poco de emprender la marcha, el taxi recogió a una muchacha, a quien sentó en la parte delantera. La chica le dijo al chófer adonde quería y, momentos después, el vehículo emprendió de nuevo la marcha por las calles moscovitas.

Este proceder nos pareció un tanto raro; pero, pensamos que podía ser una forma de ahorrar automóviles, puesto que sabíamos que en algunas partes de Europa occidental, los taxis recogen a cuantas personas pueden.

El taxi siguió circulando, hasta que, en un momento dado, la joven le indicó al conductor que parara. Este detuvo el vehículo y pudimos observar que le cobraba los tres rublos que marcaba el taxímetro.

Este proceder ya nos puso un tanto “mosca”, puesto que era obvio que le había cobrado a aquella pasajera el importe que el contador indicaba y que correspondía al inicio del trayecto; es decir, al momento en que cogimos el taxi nosotros. Por ello, no nos resultó difícil adivinar lo que sucedería después.

En efecto, cuando llegamos al Hotel Orlinok, el taxímetro marcaba cuatro rublos diez kópecs. Le dimos cinco rublos y el chófer nos devolvió el cambio correspondiente a los cuatro rublos y diez kópecs. Entonces, para ver la reacción del “camarada taxista”, le dimos veinte kópecs de propina, dinero que el hombre se metió en el bolsillo sin pestañear.

Cuando todo el grupo estuvo reunido cenando, le preguntamos a Nicolás sobre el funcionamiento de los taxis en la URSS. Este nos contestó diciéndonos que los taxis en la Unión Soviética son un servicio oficial y que, por tanto, los taxistas vienen a ser como unos funcionarios del Estado. Deben de hacer un número de carreras determinado durante las ocho horas que prestan ese servicio.

Por todo lo que el guía nos informó, después, nosotros sacamos estas conclusiones:

1.- El poco interés que tienen los taxistas en recoger personas cuando han realizado el número de carreras previstas por el Gobierno.
2.- Que cuando recogen a varias personas en diferentes lugares, les cobran indefectiblemente lo que marca el taxímetro; pero ellos al Estado sólo justifican el importe del trayecto final; embolsándose ellos el importe de los pasajeros que hicieron los trayectos intermedios.

3.- Admiten propina sin el menor sonrojo


MIÉRCOLES 5 DE AGOSTO DE 1.981


Nos levantamos alrededor de las siete y media. Una vez hecha la “toilette” individual, bajamos al comedor para almorzar. Allí, como siempre, nos sirvieron los de siempre –y valga la redundancia-: pan, mantequilla, mermelada, una especie de cacao con nata (algunos miembros de nuestro grupo dijeron que era un kéfir) y ... se acabó.

Seguidamente, montamos en el autocar que nos volvió a llevar de nuevo ante el Kremlin. A esa temprana hora ya pudimos observar varias colas. Unas eran para visitar el Mausoleo y otras para entrar en el Kremlin.

El guía nos contó que era difícil obtener autorización para entrar en el museo de la “Armería del Kremlin”, ya que el número de visitantes está rigurosamente limitado.

Este museo consta de una valiosísima colección de objetos de plata y oro, revestidos de piedras preciosas. La mayoría de ellos proceden de regalos que los reyes tributarios ofrecían al Zar. Otros eran atenciones de las monarquías europeas.

Pudimos, también, contemplar una magnífica colección de carrozas de los zares. Muchas de ellas, incluyendo algunos trineos, estaban recubiertas de oro. El lujo desbordaba por doquier.

Seguidamente, nos fue dado a contemplar la colección de vestidos de Catalina La Grande.

Unas botas de Pedro I, confeccionadas por él mismo, ponían de relieve la talla colosal de este zar. Según nos dijo Nicolás, venía a ser de unos dos metros.

Vimos, así mismo, una exposición de los ropajes que llevaban los obispos cosmopolitanos rusos. A la vista de las casullas –las cuales debían de pesar más de veinte kilos- se ponían en evidencia que tales señores no debían de estar mal alimentados.

Merece la pena señalar el hecho siguiente: en una de las salas había un cuadro, magistralmente trazado, que representaba a Napoleón quien, juntamente con alguno de sus generales, contemplaba como la ciudad de Moscú era pasto de las llamas. Nicolás en aquellos momentos se expresó así:

- Este cuadro representa a Napoleón que observa la destrucción de la ciudad, incendiada por sus tropas ...

Napoleón, obviamente, no incendió –ni le convenía hacerlo- Moscú. Quienes la calcinaron fueron los mismos moscovitas antes de que el Gran Corso entrara en ella con su ejército.

Aquí, no supimos estar a la altura de las circunstancias, puesto que aunque nosotros hicimos comentarios al respecto, nadie se atrevió o quiso rebatir a Nicolás.

Concluida la visita al Kremlin, el resto de la mañana la pasamos comprando y curioseando por los almacenes Gom.

Algo cansados, la verdad sea dicha, de tanto ir y venir por estos grandes almacenes, cogimos con alivio los asientos del autocar –cuya matrícula era 6928 – MHA – que nos iba a llevar de vuelta al Hotel y, una vez allí, iríamos al restaurante.

La tarde tuvo su pequeño incidente. Habíamos quedado con el guía en que nos reuniríamos a las quince horas en el salón-recibidor del hotel. Por nuestra parte nos hicimos algo el remolón, puesto que acusábamos el cansancio de la mañana y, por ello, comparecimos en aquel lugar un cuarto de hora más tarde de la hora prevista. Sin embargo, para nuestro asombro, el guía no estaba allí. Vino a eso de las cuatro menos veinte de la tarde.

Entonces empezó a ir de un lado para otro, sin decirnos nada en concreto. Como la cosa se dilataba, Javier y José María subieron a sus habitaciones. Ni un minuto había transcurrido desde el momento en que nuestros compañeros habían cogido el ascensor, cuando apareció Nicolás quien, a toda prisa, nos hizo subir en un autocar lleno de yugoslavos.

Nada más subir al autobús, el vehículo se puso en marcha, faltando Juan, Javier y José María y, también, el propio Nicolás.

Entonces, Manolo se levantó de su asiento y exigió al chófer que detuviera el autocar, pues quería apearse para ir a buscar a la gente de nuestro grupo que faltaba. El conductor le señalaba insistentemente su reloj; pero, Manolo siguió porfiando y, finalmente, consiguió que el conductor parara el vehículo y abriera la puerta para dejarle bajar. Pero, nada más Manolo pisó la calzada, el autobús arrancó, llevándose al resto del grupo en su interior. Así que Manolo se encamino hacia el hotel, en donde se reunió con Javier y José María. Algo más tarde vinieron Juan i Nicolás.

- ¿Dónde están los otros? –Preguntó sorprendentemente el guía.
- Se los ha llevado el autocar de los yugoslavos –le replico Javier

El guía no dijo nada. Quedó como pensativo y, finalmente, optó por meternos en otro autobús, pero esta vez lleno de húngaros. Minutos después emprendíamos la marcha rumbo a la Plaza Roja.

Por el camino, José María tuvo unas palabras con Nicolás. El motivo fue que el guía reprochó al primero la tardanza en bajar de la habitación y le hizo responsable del lío que se había originado. Nuestro médico le replicó que no había lugar para recriminaciones por unos pocos minutos, ya que la verdadera causa de todo el embrollo había que buscarla en el retraso de más de cuarenta minutos del propio Nicolás.

Cuando llegamos a la Plaza Roja, allí no había ni rastro de los nuestros. Esperamos un rato y, como no vinieran, decidimos ir a una famosa librería ubicada en la Avenida Kalinin. Para ello, cogimos un trolebús. Cada persona debía de pagar cinco kópecs. No había cobrador. Simplemente una máquina muy pequeña, parecida a la que usan los vehículos públicos de Atenas.

El trolebús nos dejó ante la misma puerta de la librería. Suponíamos que los nuestros vendrían finalmente a aparar a este lugar, porque era uno de los que entraban en el plan de la tarde. Afortunadamente, eso fue lo que ocurrió. Cuando nos reunimos con el grupo escindido, nos contaron que se habían apeado cerca del monumento a Gagarin y, luego, habían retrocedido hacia el hotel. Fue entonces cuando nos vieron pasar en el autocar de los húngaros y, por ello, decidieron ir a la librería.

Cuando entramos en la librería, pudimos apreciar que, si bien había muchos libros, de los que nos interesaban a la mayoría de nosotros, prácticamente, había poquísimos. No obstante, Juan Genebriera compró el libro “Problemas de Astronomía” y Alfredo hacía lo propio. Otros, por su parte, se dedicaron a la compra de sellos, los cuales se vendían en cuadernos temáticos. Su precio no era caro.

Acabada la ronda por la librería, nos dirigimos a una tienda de juguetes, situada frente a los almacenes que visitamos el día anterior. Este establecimiento parecía un bazar en estado de quiebra. Los juguetes eran arcaicos, de feo diseño y muy mal acabados. Una niña que se interesó por una cuna, al intentar mecerla se quedó con parte de la misma en sus manos, ante la sonrisa satánica de Manolo que la estaba observando.

Juan Genebriera compró un barco de guerra para su hijo. La verdad es que cualquier parecido con el acorazado Potemkin hubiera sido demasiado pedir.

Bastante decepcionados, salimos de la juguetería y nos dirigimos a los almacenes. Afortunadamente para muchos de nosotros, descubrimos que allí vendían unas muñequitas –las famosas brioshcas- al precio de nueve rublos. Ello constituyó un consuelo; al menos después de ir de ceca para la Meca habíamos conseguido unos souvenirs ...

Realizadas las compras –bueno, hay que decir que voluntad de comprar sí que teníamos, lo que nos ocurría es que veíamos muy poco que adquirir- nos llevaron de vuelta al Aguilucho.

Después de cenar el grupo –con la excepción de Alfredo y Manolo, quienes optaron por quedarse en su habitación número 819- decidió ir a visitar el metro de Moscú en los tramos que son famosos.


JUEVES 6 DE AGOSTO DE 1.981


Hoy nos levantamos a las ocho. Después de nuestro aseo personal, bajamos a desayunar.

A las diez y media, montábamos en el autocar y nos dirigíamos hacia la ya aborrecida Plaza Roja. Allí, embarcamos en un barquito y realizamos una navegación por el río Moscova.

Desde la embarcación, podíamos apreciar la belleza del paisaje. Moscú, vista desde esta vía fluvial, ofrece panoramas realmente grandiosos. Por entre las tupidas arboledas que flanquean el río de aguas pardas, ves surgir tremendas moles. Son los edificios de corte tan característico que Stalin mando levantar. Por cierto, queremos señalar el hecho de que cuando recorríamos el sector funerario del Kremlin, después de la visita al Mausoleo, vimos unas tumbas excavadas en el suelo. Sobre estas sepulturas se erguían las estatuas de los personajes que allí yacían. La última de ellas correspondía a la de José Stalin. En la cabecera de la losa sepulcral, un busto del que fuera dictador de la URSS, parecía asistir como convidado de piedra (nunca mejor dicho) a la ceremonia del culto a Vladimir Illich Ulianov, o sea, Lenin.

La embarcación, en su singladura, hizo varias paradas. En ellas lo mismo recogía personas que las desembarcaba. Era frecuente observar a muchos moscovitas tomando el sol, tumbados en la fresca hierba de las verdes y bien cuidadas orillas. También pudimos apreciar las recias estructuras de los puentes –de varios niveles- que frecuentemente nos salían al paso.

Durante la travesía, Nicolai, presentó a Juan Vidal a una periodista del el diario “El País”, llamada Antonia Lloret. Parece ser que esta reportera está en Moscú preparando una tesis doctoral sobre “La evolución de los medios de comunicación después de la Revolución”.

Tras la larga conversación que sostuvo con nuestro amigo Juan, al final se comprometió a escribir un artículo sobre nuestra expedición; artículo que procuraría que fuere publicado en el mencionado rotativo madrileño.

Una vez finalizado el paso fluvial, Nicolás nos llevó a un mercado koljosiano; es decir, un lugar en donde los productos son vendidos en régimen de cooperativa por los mismos campesinos, quienes han comprado las tierras de cultivo al Estado. Pero sucede que estos campesinos (koljosianos, como aquí se les conoce) tienen que pagar unos impuestos muy fuertes al Gobierno, los precios de sus artículos alimenticios resultan realmente caros para el bolsillo del ciudadano corriente y moliente de la URSS.

Diremos que en estos mercados se encuentran artículos tales como las frutas, las cuales son casi imposibles de conseguir en los mercados oficiales.

Seguidamente detallamos algunos precios de las frutas más corrientes en nuestras latitudes:

MELÓN: 5 rublos el kilo
PERA: 4 rublos el kilo
CIRUELAS: 6 rublos el kilo
MELOCOTON: 11 rublos el kilo
UVA: 8 rublos el kilo
SANDIA: 2 rublos el kilo
MANZANA: 5 rublos el kilo.

Para hacernos una idea de lo que significan estos precios nos serviremos de nuestro guía. Nicolás, hombre de estudios y, posiblemente, con responsabilidad en la agencia, cobra una salario de 150 rublos al mes. Con esta simple comparación se pone de manifiesto lo caro que resulta adquirir estos bienes de consumo tan corrientes en España y que, insistimos, en los mercados estatales brillan por su ausencia.

En este sentido, citaremos otro dato significativo: un ruso tiene, al igual que un polaco, tasado el consumo de carne al mes. Pero, la diferencia entre ambos es que mientras el ruso sólo puede comer 800 gramos de proteína animal por mes, el polaco puede llegar hasta los dos kilos en el mismo periodo (este dato debe de interpretarse como anterior a la actual situación político-económica de Polonia).

No resistimos la tentación de proporcionar otros datos sobre el consumo de productos alimenticios, en términos medios anuales, del ciudadano medio soviético:

57 kilos de carne
18 kilos de pescado
89 kilos de hortalizas
42 kilos de azúcar
41 kilos de fruta
322 litros de leche y productos lácteos (aunque la leche, por nuestra parte, sólo pudimos adquirirla en Bratsk).
224 huevos

En el establecimiento koljosiano, nuestras gentiles compañeras de expedición adquirieron un ramito de flores para la recepción que tendrá lugar esta tarde en la Embaja de España. Por nuestra parte, los miembros masculinos compramos melocotones y una sandía.

Al salir del mercado, el guía nos llevó a dar una vuelta por el Estadio olímpico. Durante el trayecto nos cruzamos con un grupo de gitanos rusos y Nicolás, al verlos exclamó, mientras una sonrisa burlona se dibujaba en su cara:

-¡Eh, chicos! ¡Mirad ESPAÑOLES!

El trayecto acabó en donde siempre: en el restaurante del Orlinok; pero, para sorpresa nuestra, esta vez nos llevaron al segundo piso, cosa que nos dio motivos para alegrarnos; dado que, por extrañas e inexplicables circunstancias, aquí se come mejor que en el primero. Para corroborar lo que decimos veamos el menú:

Ensaladilla de pepinos (¡no podía faltar esta curcubitácea!)
Una pechuga o pierna de pollo rebozada y guarnecida con patatas fritas
De postres nos sirvieron un helado bastante aceptable.

Por nuestra cuenta, y de propina, nos comimos parte de la sandía que habíamos comprado. Curiosamente, la parte de la misma que nos sobró, Nicolás, raudo, nos la pidió para entregársela a la directora del hotel; quien dicho sea de paso, podemos incluirla en la categoría de mujer “jamona”.

En la comida hubo un pero (en Rusia siempre nos encontramos con un “pero”) y es que no nos quisieron servir el vino y las cervezas que habíamos pedido. Ellos sabrán porqué.

Después de comer subimos a nuestras habitaciones para descansar un rato ... bueno, un ratazo, porque hasta las siete y media de la tarde no nos volvíamos a reunir para ir a la Embajada.

Hacia las ocho y media vino nicolás a buscarnos. Primeramente se excusó de que sus gestiones para entrar con nosotros en el Embajada hubieran fracasado. Nos dijo –con una extraña y sorprendente sinceridad- que se jugaba el puesto y algo más. Explicó el caso de un colega suyo que fue a la residencia de un político extranjero y, al salir, ya le estaban esperando los milicianos. Fue detenido y deportado. Así que el guía hubo de quedarse fuera del recinto del edificio, haciendo compañía a los milicianos que montaban guardia y al propio chófer del autocar.

Decimos Embajada y decimos mal, porque adonde se nos llevó no fue a la sede diplomática de nuestro país, sino a la residencia del embajador; la cual se halla ubicada en un barrio en donde únicamente viven los diplomáticos de las naciones extranjeras. Este barrio es, en realidad, un verdadero ghetto. La zona está fuertemente custodiada por milicianos. En las entradas de las residencias diplomáticas se puede ver, al igual que en el edificio de nuestro canciller, una cabina en donde los policías tienen instalados los correspondientes teléfonos.

En el interior de la residencia se encontraban en aquellos momentos una representación de la iglesia católica española, formada por los obispos de Avila, Salamanca y Valencia, a la que se sumaba el capellán de las embajadas que, curiosamente, era norteamericano.

Luego vino el corresponsal de RTVE, Francisco Eguiagaray, al que se sumaron algunos diplomáticos, la esposa del embajador, sus hijos, Conchita –la esposa de Rafael de Mendíbil, el primer secretario-, una chica que iba tocada con un sombrero blanco y dijo llamarse Beatriz y quien, tiempo atrás, había sido cronista del diario “El País”, el propio Canciller, Alberto Quintana, etc.

Mientras la residencia se iba llenando de personajes, el servicio de camareras se afanaba por atender a tan distinguido personal. A nosotros nos servía un hombre obeso, muy amable por cierto, y con el que entramos en conversación. Dijo llamarse Ayuso. Era español y, durante la Guerra Civil, fue piloto de la República. Más tarde, ya en el exilio, entró a formar parte del Ejército Rojo, en donde llegó a ser un teniente coronel.

El ramillete de flores que entregamos a la esposa del embajador constaba, principalmente, de margaritas. En la casa pudimos apreciar la presencia de otros ramos de flores, de entre los que destacaban por su omnipresencia los gladiolos.

Los obispos españoles nos dijeron que su viaje tenía como objeto ampliar las relaciones con los ortodoxos rusos, aprovechando el momento actual en que se observa cierta permisividad entre los jerarcas del Kremlin.

Como cabía esperar, la mayoría de los allí presentes se interesó por nuestra labor. Suponían que éramos científicos profesionales. Salvamos la honrilla lo mejor que pudimos (cosa que, en verdad no nos resultó nada difícil).

La residencia, al menos en lo que nos fue dado a contemplar, estaba decorada con sobriedad; predominando los muebles de color obscuro y de estilo antiguo. Algunos cuadros decoraban las paredes y un retrato del rey Juan Carlos, dedicado al embajador, reposaba en una consola de la sala en la que nos hallábamos.

Se nos obsequió, en principio, con un refresco, según el gusto del consumidor. No podemos pasar por alto el hecho de que allí .¡Oh, placer de dioses!, pudimos tomar una cerveza fresca y deliciosa. ¡Qué espectáculo tan bello era el observar la blanca espuma de las “pivos” capitalistas!

Sucedió que el señor Ayuso se acerco, mientras conversábamos con el obispo de Avila, y nos preguntó qué es lo que queríamos, Nosotros le dijimos que cerveza; luego, dirigiéndose al prelado, le dijo:

-¿Whisky, gintónic ...?
-Gintónic –replicó el obispo.

Pero, como viera que le estábamos observando con mirada maliciosa; rectificó:

-Mejor ... una tónica, por favor.

Sin comentarios.

En aquel ambiente y vestidos con vaqueros, camisetas, camisas viejas y con zapatos de verano, la verdad es que nos sentíamos fuera del tiesto. Sensación parecida experimentamos en la Residencia del embajador de España en Kenia. Por ello, muchos de nosotros optamos por retirarnos a un rincón y permanecer allí mudos (pero observando). Aunque ello resultó imposible, no por falta de rincones, sino porque siempre había alguien que deseaba formularnos alguna pregunta.

La mayoría de las veces la cosa hasta nos resultaba divertida. ¿Por qué? Pues, sencillamente, porque aquellas personas, quienes en su mayoría pertenecía a la llamada alta sociedad, demostraban poseer un desconocimiento supino en temas astronómicos. A menudo, se nos preguntaba por “eso de la astrología”. En otras, se nos decía si el eclipse lo habíamos observado parcial o total y otras, en fin, no llegaban a entender de que de día se hiciera de noche. La que se llevó la palma fue Beatriz, quien nos planteó si de noche también se producían eclipses de Sol …

La embajadora, algún tiempo después, nos hizo pasar a otra sala, en donde había una gran mesa oval, con unas excelentes y elaboradas viandas, que iban desde el salmón, hasta trocitos de carne estofada, pasando por canelones y pollo.

Cada individuo debía de proveerse de un cubierto, una servilleta y un plato y, luego, comenzar el recorrido a lo largo del perímetro de la mesa, cogiendo de las fuentes aquello que más le apeteciera o entrara por los ojos o ... que fuera más fácil de poner en su plato; tal es el caso de dos personajillos que iban a revuelco de los ilustres, trantando de actuar con “suma naturalidad”, mientras uno, un tal Genebriera, le decía al otro, un tal Bernabeu:

- Tú, Manel, fixa-t’hi i fes el qu fan els demés i veuràs com tot surt bé ...

Esos personajillos pasaron de largo ante la fuente en que yacía, algo falto ya de carnes, un exquisito salmón. Al final, lograron salir airosos del versallesco lance; aunque eso sí, muy sudorosos. Buscaron, luego, un rinconcete en la sala y allá devoraron lo que seleccionaron.

Hubo problemas para pasar la película del eclipse de Siberia por televisión; pero, al fin se logró, procurando, esó sí, mitigar algo el sonido, porque hacia la parte final del fenómeno una voz de Zeus tonante se dejaba oir en estos términos:

- ¡Anda Fredy que te tendremos que cambiarte los calzoncillos por el orgasmo que has tenido! ¡Jo, jo, jo!

Y es que los astrónomos españoles usábamos una clave científica muy peculiar para despistar a los agentes soviéticos que sabíamos que teníamos en el campo de observación ... ¿cuela?

Por su parte, el pase de la película “Kenia-80”, presentó serias dificultades. Primero porque aunque los de la embajada trajeron un proyector de 16 milímetros, no adjuntaron el tambor en el que debía de ir enrollándose la película conforme esta era proyectada. Así que, a medida que la proyección avanzaba, los metros de celuloide se iban acumulando en el suelo. Segundo, porque ocurrió que en el momento en que las imágenes pasan de la parcialidad a la totalidad la película se cortó. Hubo de suprimirse un metro de película para poder continuar.

Estando en esta labor de recolocar el metraje en la máquina, ¡oh, casualidad!, apareció el tambor supletorio. Entretanto, poco interesado en temas del Cielo, aunque era su representante, el imbécil del obispo de Avila apremiaba al pobre Fredy, ya suficientemente atavalado con el ”marrón” que le había tocado:

- ¿Tenéis para mucho? Es que tenemos mucha prisa y no tenemos tiempo para perder en estas cosas ...

Alfredo, con la cabeza hecha un bombo, miró con desprecio a su “eminencia” y no le dio una patada en sálvese la parte, porque el chico es muy comedido en sus actos. Sin embargo, quiso que tal evento constara en el “Diario de Bitácora de la Expedición”

Olvidándonos de semejante energúmeno eclesiástico, diremos que, por fin, se pudo reanudar la proyección y, al concluir la filmación, hubo, incluso, algunos aplausos.

Como observación particular, debemos de decir que al volver a contemplar en aquel lugar nuestra película “Kenia-80” nos gustó mucho más que cuando la visionamos por primera vez ante Doña Marta Ferrusola, esposa del Honorable Jordi Pujol.

Concluida esta proyección, vino un coloquio individual.

Señalemos, además, que como la película está hablada en catalán, mientras se proyectaba el film, Conchita, la esposa del primer secretario, se puso a nuestro lado e iba formulándonos diversas preguntas. Al principio, le teníamos que traducir las palabras del catalán al castellano. Ella, por su parte, de vez en cuando, comentaba:

- Se parece al francés y al italiano.
- Lógico, el catalán, como cualquier lengua románica, es a fin de cuentas un latín degenerado y, por ello, se parece a las demás –Le respondíamos nosotros.
- ¡Ah! ¡Claro! ¡Claro!

Más tarde vino la sarta de las consabidas preguntas sobre los eclipses. El coloquio continuó cuando se termino la sesión de cine. Pero Conchita, un bombón de mujer, atraía a los hombres, como la miel a las moscas y, a pesar de la intervención de su marido, pronto, un corro de varones le puso cerco y se nos la llevó. Fue una lástima, porque ya no tendríamos oportunidad de dirigirle la palabra.

Luego, cuando los obispos se habían marchado ya, la gente acordó “continuar la velada” en otro lugar.

El Grupo “Cosmosur” fue embarcado en coches oficiales y privados y, al mando del redactor de TVE, Fernando Eguiagaray, se nos llevó a un grande y moderno hotel –suponemos que era eso-, sito en algún barrio de Moscú. En este edificio subimos a la tercera planta. En ella, vimos a grupos de jóvenes parejas que se manoseaban mútuamente, sumidos en los vapores del alcohol. De entre todas ellas, destacaba una en que la muchacha estaba ya fuera de sí.

Quedamos unos momentos indecisos. No sabíamos en donde se hallaba el bar. En esto, se abrió una puerta y de ella surgió una señora de cierta edad y de aspecto anglosajón, con una expresión en su rostro que no dejaba duda alguna respecto de la “curda” de campeonato que había agarrado.

Dicha mujer, dando traspiés, en una ruta vacilante y zigzagueante, logró meterse a duras penas en un ascensor. ¡No cabía duda, el bar debía de estar por donde ella salió!. Así que nos metimos por el lugar en que apareciera “Lady Troompa”. Subimos por una especie de escalera de caracol, sustentada por cuerdas, y, por fin, entramos en un salón. Aquello parecía un comedor; solo que, cerca de la entrada, y a la izquierda de la misma, se hallaba una mesa repleta de bebidas alcohólicas.

Nos sentamos en dos mesas y, poco después, no tardaron en aparecer las primeras botellas de champaña georgiano. Bebida poco gaseosa y más dulce que el espumoso español.

Mientras el elixir de Baco era consumido rápidamente, Beatriz, nos contaba varias anécdotas sobre la vida en Rusia; como por ejemplo, el hecho de que mucho de los actuales disidentes políticos proceden de familias acomodadas, las cuales gozan de los favores del Partido. También nos dijo que mucha gente vive en minúsculas viviendas, con lavabos comunales. Señaló que el espionaje está a la orden del día y nos citó tres ejemplos:

- La embajadora española cuando sale de la residencia observa que el miliciano de turno, nada más verla aparecer por la puerta se pone a hablar por el teléfono. Cuando regresa, el guardián vuelve a efectuar otra llamada –eso nos recordaba las acciones de Nicolai, quien siempre que íbamos o veníamos de algún sitio, ya estaba buscando un teléfono para llamar, ¿a quién? Nunca lo supimos.

- Si, por ejemplo, el miliciano observaba que dentro de la casa no había actividad, a pesar de haber visto entrar a sus moradores, entonces llamaba al teléfono del embajador. Cuando este era descolgado y se respondía con el clásico “Diga”, inmediatamente se cortaba la comunicación. Esto había sido corroborado observando a exprofeso al miliciano de guardia.

- El tercer ejemplo resultó más chusco, pues sucedió que en cierta embajada, al efectuar unas obras para las cuales no se contrató a albañiles, ya que estos deben de ser forzosamente soviéticos, al descarnar una pared se observó que aparecían unos cables, los cuales desaparecían tras la misma. Comunicado el hecho al embajador, este dio la orden de que, ipso facto, fuera derribado aquel tabique. Al hacerlo de forma tan expeditiva, pudieron comprobar que al otro lado existía un recinto y que un individuo salían corriendo, huyendo por una puerta.

Beatriz nos dijo que a menudo, para guasearse, los miembros de nuestra embajada se metían con el escucha de turno, dirigiéndole frases como esta: “Oye escucha cabrón, hoy llevo zapatos negros ...”

Javier cogió una trompa de campeonato. Tenía, incluso, dificultad para hablar. Es que como llevaba ya tiempo en “seco”, se había deshabituado al champán y al whisky.

Serían las tres de la madrugada, cuando Eguiagaray dijo:

- Vamos a ver, aquellos que quiera ir a la “cama” a mi izquierda y los que quieran ir a dormir a mi derecha.

Joan, Herminia, Eduardo y Manolo, optaron por ir a dormir al Hotel El Aguilucho. El resto, Juan, Filo, Alfredo, José María, Jaume y Javier, se quedó dispuesto a correrse una juerga moscovita; pero, en el fondo dudaban de que pudieran hacer gran cosa, ya que Moscú de noche es lo más parecido a un convento de ursulinas.

Acto seguido, todos bajamos a la calle. Entonces Eguiagaray, con gracejo y cachondeo se dirigió a sobornar, con dólares claro, a uno de los taxistas que allí se encontraban junto con sus coches estacionados en la entrada, para que llevara al hotel al grupo que había elegido ir a dormir.

La presencia de aquellos taxis en aquel lugar tiene su explicación. Aparte de cierto tipo de juventud rusa, en este establecimiento viene a matar el aburrimiento la mayoría de gente importante del mundo occidental (diplomáticos, hombres de negocios, periodistas, etc.) afincados en Moscú y que no disponen de coche propio –o no quieren hacer uso de él. Los taxistas, por su parte, deben de efectuar una serie de carreras, las cuales, como ya hemos comentado en otro lugar, han de justificar luego. Pero ocurre que aquellos que ya han cubierto dicho cupo, pero no las horas de permanencia en el servicio, acuden a este lugar -o estos, porque nos figuramos que dada la gigantesca extensión de la ciudad, deben de existir otros-. Estacionan el coche ante la entrada y aguardan al occidental de turno. Cuando este llega, convienen con él un precio en dólares. Una vez fijado el mismo, el taxista lleva a esta persona adonde le ha indicado, guardándose el dinerito; que, luego, podrá gastar en las consabidas beriozcas. Añadamos, por nuestra parte, que el sueldo de un taxista viene a ser de unos trescientos rublos al mes (poco más o menos que el doble de lo que cobra Nicolás).

Mientras Eguiagaray “corrompía” al taxista, nos fijamos en que aquella pareja que tanto nos había llamado la atención, ahora estaba en la entrada misma del edificio. Ella apenas se sostenía en pie. Llevaba la blusa subida y la cremallera del pantalón bajada. El “socio”, también tambaleándose, trataba de aguantarla, pero la chica se le escurría hacia el suelo, tan pronto él la incorporaba. Entre tanto, un par de jóvenes milicianos, observaban la escena divertidos, sin intervenir ...

El periodista desvió nuestra atención, pues dijo al grupo que se iba en el taxi:

-Bueno, muchachos, nada de darle propina a este tío. Ésta ya iba incluida en el trato.

Francisco no nos dijo cuánto había tenido que darle al conductor ruso. Poco después nuestro taxi partía hacia el hotel, mientras el resto se iba a descubrir el calor de la noche moscovita ...

Serían las cinco de la mañana, cuando Manolo, quien dormía en el incómodo sofá, fue despertado por la llegada de Alfredo.

.¡Hombre, Alfredo! ¿Tú por aquí? ¿Qué, cómo lo has pasado?

-¡No sabes de la que te has librado, macho! ¡Qué rollo! Mira, al final resultó que fuimos a parar a la casa del periodista y, allí, él y Javier se liaron en un diálogo a grito pelado sobre el Imperio Austrohúngaro; amenizando la gritería con marchas e himnos alemanes de la época hitleriana.

-¡Ondia, qué bárbaro! Pero, ¿y Javier, cómo es que no ha venido? ¿Dónde está?

-¡Qué se yo! Se fue con Eguiagaray a no sé dónde.

Hacia las ocho, el sueño de Alfredo y Manolo fue interrumpido por la llegada de Javier. Bueno, mejor dicho, de lo que quedaba de él; puesto que su aspecto no dejaba lugar a dudas sobre la gran resaca que llevaba encima.

-¿De dónde sales? –Le preguntó Fredy.

-¿Joder, no me hables! Entre otros sitios, he estado en la Plaza Roja cantando con Francisco el “Cara al Sol”, ante el Mausoleo ... ¡Hostiaaaa, qué malo estoy! ... ¡Pero que hijos de putaaaa ¡....
.... ¡Zzzzzzz!


VIERNES 7 DE AGOSTO DE 1.981

A las diez y media de la mañana, los miembros de la expedición fuimos bajando al comedor. Había una excepción, la de Juan Vidal, quien no lo hizo por encontrarse bajo los efectos de una fuerte resaca. El resto del equipo teníamos una cara de crápulas que daba gusto.

Después de desayunar, regresamos a nuestras habitaciones para poner a punto los equipajes.

En la habitación 819, Javier se quedó “roque” nada más tirarse en la cama. Sus ronquidos amenizaban la calurosa habitación y, a veces, eran cortados por fuertes golpes de tos; causados por el catarro que había cogido gracias al frío que pasó durante el vuelo de regreso a la capital soviética.

A las doce y medio, volvimos al restaurante. Allí devoramos la pobre comida que nos sirvieron. Como despedida, esta vez nos “obsequiaron” con unas “pivos”, una cerveza servida en botellas sin marca alguna; el aspecto del líquido era turbio y su sabor nada recomendable.

14h 40m: Estamos ya en el aeropuerto. Muchos de nuestros compañeros compran algunas cosillas para gastar los últimos rublos que les quedaban. Ello lo hacían así porque todas las monedas rusas que teníamos procedían de los cambalaches que se habían hecho con los camareros rusos y, por consiguiente, al no existir constancia de haber efectuado un cambio oficial (nunca entramos en ninguna oficina del Estado para realizar la conversión de divisas en rublos), hubiera sido poco menos que una temeridad ir al banco del aeropuerto a transformarlos en monedas occidentales.

Realmente, por este motivo, temíamos el momento del pase por la aduana. Hubimos de rellenar una hoja en la que, al igual que cuando entramos, debimos de declarar las divisas que sacábamos y presentar la suma, con los justificantes oportunos, del dinero gastado en la URSS. Así, pues, lo declarado al entrar en esa nación menos los gastado y cambiado tenía que concordar con los rublos que se devolvían y las divisas que se sacaban. Señalemos que los impresos estaban dispuestos en varias mesas. Cada una de ellas estaba destinada a una determinada lengua extranjera, francés, español, inglés, etc.

El tiempo apremiaba. Ello era un arma de doble filo, puesto que si por un lado nos beneficiaba, dado que con las prisas era lógico suponer que se haría más rápido y menos rigurosos los trámites de la aduana; pero, por el otro, cabía la posibilidad de que al menor asomo de duda, la cosa se fuera al carajo, con todo lo que ello significaba.

Nicolás, estaba nervioso también. Tenía sobrados motivos para estarlo, pues él mismo había participado ya directa, ya indirectamente en nuestros chanchullos. Por esta razón, en principio, trató de colarnos sin pasar el control de la aduana; pero, no lo logró. Aunque sí, en cambio, consiguió que en dicho lugar sólo nos pidieran los papeles de las declaraciones de entrada y salida de divisas, sin que tuviéramos que efectuar ninguna justificación.

Seguidamente, fuimos hasta la puerta número 17, muy apremiados por una funcionaria. Allí facturamos nuestro equipaje, el cual bajó por una cinta transportadora –menos el baúl, el cual hubimos de deslizarlo por un trampolín, dado que no cabía por la boca de la cinta sin fin.

En ese lugar nos despedimos rápidamente del guía Nicolás; quien durante doce días había sido nuestra sombra. El ya no podía adentrarse más en el aeropuerto. Las extrañas leyes de su país se lo impedían. Nuevamente venía el suplicio de pasar por el control policial de pasaportes.

Pocos después, teníamos ante nosotros la cara del miliciano que a cada uno le cupo en suerte. La mayoría de estos militares tiene un aire imbécil. Cuando estás ante ellos, mascullan unas palabras y te lanzan una estúpida sonrisa; mientras sus bocas se mueven mascando algo. Entre tanto, miran el pasaporte y sus manos, como la vez anterior, operan en algún aparato que tú no llegas a ver. El tiempo va pasando. Aquella cosa que tienes delante, embutida en su uniforme vuelve a dirigirte otras apalabras. Alguno de los nuestros, muy molesto ya, le responde en catalán:

-Ho sento molt, tito, però no t’entenem res, però res de res.

-¿Eh? –Es todo lo que el miliciano respondía.

Al final, el tipo en cuestión, nos volvía a mirar y decía:

-¿Hispania?
-Si, España. España, hombre.
-Nombrrre (así como suena)
-Fulano de tal (el que fuera de nosotros)
-¡Ah! ¡Ta! ¡Ta!

¡Pim, pam plof! Por fin, el miliciano se decidía a poner los sellos en el visado; pero no en el pasaporte. De modo que en este documento no nos queda ninguna constancia de haber estado en Rusia. Los que mayores problemas tuvieron en este Vía Crucis, fueron Genebriera y Juan Vidal.

Ahora, ya sin tiempo, corre que te correrás (en el buen sentido), nos plantamos (en sentido peyorativo) ente la cola que aguarda el embarque para el vuelo. Allí, nuestro equipaje hubo de pasar el control de rayos X, en tanto que nosotros lo hacíamos por el puente detector de metales, el cual sonaba insistentemente ante la presencia de cualquier objeto de metal, monedas incluidas. Cuando logramos llegar al avión, este ya se hallaba repleto de pasajeros; así que hubimos de acomodarnos los mejor que pudimos, unos aquí y otros allá.

15h 20m: El calor es asfixiante.

15h 37m: El avión se desliza por la pista

15h 40m: ¡En marcha!

15h 44m: ¡En el aire! ¡Adiós! Pronto Rusia quedará atrás como un sueño o ...

El vuelo se desarrolla en medio de un potente frente nuboso, que impide ver el suelo.

En el aparato viajan, también, un nutrido grupo de españoles –madrileños, para más señas-. Oímos algunos comentarios que hacían referencia a nuestra presencia. Por ejemplo, unas mujeres, muy bien arregladas, cuchicheaban diciendo:

- Fíjate, son catalanes.

-¡Ah! ¿Si? Sin embargo, no parecen antipáticos, ¿verdad?

Entre nosotros, igualmente, sostenemos algunas conversaciones, a pesar de que hemos quedado muy desperdigados por la cabina del avión. El tema de nuestras conversaciones gira, principalmente, alrededor de los futuros proyectos de “Cosmosur”. Parece que la Operación USA-82 cobra fuerza. JAVA-83, aún queda muy lejos.

18h 45m (Hora de Moscú): Tomamos tierra en Luxemburgo. Es una escala técnica. Sólo permaneceremos en el principado una hora. Es una pena, porque visto desde el aire, este pequeño estado parece muy bonito..

No obstante, bajamos del aparato y nos dirigimos hacia unas instalaciones que había en el fondo. El trayecto lo hicimos a pie. Para entrar en el edificio, hubimos de atravesar unas bien montadas instalaciones de seguridad. Apenas hay tiempo para ver algo.

Por unos diarios nos informamos que el Padre Arrupe, prior de la Compañía de Jesús, le ha dado una trombósis. De España, nada que nada.

19h 47m (hora de Moscú): Despegamos en este vuelo nº 297 de la “Aeroflot”, en el que viajamos sentados en la “Economy class”.

Las nubes no nos dejan. Poco después de entrar en el cielo español, tenemos que atravesar por entre medio de una tormenta. El avión se zarandea. Eduardo nos da información del frente, mientras los carteles de la cabina señalan insistentemente que nos mantengamos con los cinturones puestos.

A las 21h 45m: tiempo civil de Moscú, las 18h 45m, hora de España, aterrizamos en el aeropuerto de Barajas.

Nos viene a recoger un autobús, el cual nos lleva al sector de Internacionales. Comienza, otra vez, el calvario de las aduanas. Primero pasamos nosotros. Luego tenemos que ir a recoger el equipaje y pasarlo por la inspección policial.

Cuando, por fin, comienzan a salir los bártulos, nos organizamos distribuyéndonos de trecho en trecho para “pescar” el equipaje a medida que este era arrastrado por la cinta transportadora. Cuando finalizó la operación, efectuamos el recuento de los mismos y es entonces cuando echamos en falta nuestro baúl azul. Si, en efecto, el “Gran Peso Pesado Azul de la Expedición” no está entre las maletas. ¿Qué ha ocurrido?

Juan, nuestro jefe de expedición, tocado con un gorro cosaco, comienza las gestiones para averiguar su paradero.

Después de ir de un lado para otro, no pudo sacar nada en claro. Parecía que el baúl se lo había tragado la Tierra.

Javier ya no está con nosotros, puesto que, una vez recogido su equipaje, se fue con un íntimo amigo, el “Quasi”, quien vino a buscarlo a Madrid.

Decidimos que lo más apropiado era regresar a Barcelona y, desde allí, iniciar las gestiones para que nos retornaran el baúl; el cual suponíamos debía de haberse quedado en Moscú, ya que los operarios que habían descargado el avión nos dijeron que dentro de la nave no quedaba nada.

Ni que decir tiene que no tardamos en forjar la sospecha de que el olvido no ha sido tal y que el propósito de que el baúl se haya quedado en Moscú no es otro que el de averiguar el tipo de instrumental que llevábamos nosotros. En este sentido, debemos de hacer constar que dicho baúl nunca había sido inspeccionado por las autoridades soviéticas, porque a la entrada pudimos colarlo sin hacer ese trámite, gracias a las gestiones del diplomático que vino a recoger a Conchita.

Cuando los conductores cosmosureños se disponen a ir a Madrid, capital, para recoger los vehículos, Genebriera se da cuenta, tras mucho buscar y rebuscar, que las llaves de su automóvil las dejó en el baúl azul. ¡Lo que nos faltaba! Nos hemos quedado estupefactos. Es buen lío estamos ahora metidos ¿Qué hacer?

Hemos decidido que se marchen los que no residen en Barcelona. Así pues, nos despedimos de Jaume, José María y Eduardo. El resto nos hemos quedado en la sala de espera. No obstante, Alfredo, ha bajado a la capital para recoger su “Land Rover”.

Ahora se nos ha ocurrido una idea. Dado que Genebriera tiene un hermano en Barcelona, lo que hay que hacer entonces es llamarle y, como quiera que este familiar tiene las llaves del piso de Joan, una vez puesto al corriente de nuestra situación, nada más fácil para él que recoger las llaves supletorias del coche y enviárnoslas en el primer avión que salga para Barajas.

La idea nos pareció buena y, como tal, aceptada y puesta en práctica. Hubo problemas para localizar al hermano de Genebreiera, quien, al parecer, no estaba en su domicilio, ya que nos respondía a las llamadas telefónicas.

Finalmente pudimos contactar con esta persona. Ahora ya está en camino de recoger las dichosas llaves.

¡Mala suerte! Genebriera se ha puesto de nuevo en contacto con su hermano; pero este le ha dicho que, si bien ya tiene en su poder el duplicado, no ha podido poner en marcha la segunda parte del plan, puesto que hasta mañana, hacia las ocho y media, no hay ningún tipo de vuelo entre Barcelona y Madrid.

La perspectiva de pasar la noche en la sala de espera no nos hizo ninguna gracia. La verdad es que con lo de Irkutsk ya tuvimos más que suficiente. Así, pues, hemos decidido ir a dormir a un hotel que no se halla lejos del aeropuerto.

Unos taxistas madrileños nos recomiendan uno recientemente inaugurado. Se llama Hotel Las Naciones y está a unos tres kilómetros del aeropuerto.

Cargamos el equipo en en “Land Rover” de Fredy y, y siguiendo al taxi en el que viajan Juan, Filo, Genebreira y Herminia, llegamos al hotel. Este establecimiento es, en verdad, muy nuevo y lujoso. Tiene un amplio vestíbulo-recepción. A mano derecha, según se entra, hay un bar que, por lo que parece, debe de estar abierto toda la noche.

Estamos convencidos de que el pasar la noche en este hotel nos va a costar un riñón, pero, la verdad es que eso ya no nos importa. Estamos muy cansados y nerviosos y el reposo, sobre todo –si todo funciona bien- para quienes deberán de conducir los vehículos es un requisito indispensable.

Las habitaciones son amplias, confortables. Tienen grandes balcones, un excelente servicio de baño completo .... ¡y sin cucarachas!.

Después de la santificadora ducha, caemos como plomos en las camas.

Buenas noches COSMOSUR ...


SÁBADO 8 DE AGOSTO DE 1981


Después de desayunar fuimos de nuevo al aeropuerto. Teníamos intención de entablar contacto con el representante de la Aeroflot en España, un tal Valery Samirnoff. Hubimos de esperar lo que se dice largo y tendido, pues esta persona no apareció hasta las diez y media de la mañana –nosotros habíamos llegado a la puerta de su oficina a eso de las ocho y media-.

Smirnoff nos recibió. Dijo que teníamos razón y que teníamos razón. Pero, el baúl seguía sin aparecer. Sin embargo, él también insistía en que no tuviéramos duda de que ya aparecería.

Pero ¿çómo podía haberse esfumado, si bajó con el resto del equipaje? Le preguntamos. A lo que este personaje, quien dicho sea de paso llevaba uniforme, respondió que era posible que el baúl no llegara a ser cargado en el avión. Con lo cual nos planteaba otra pregunta, en vez de darnos una respuesta.

Juan Vidal, le dijo que presentaría una queja formal con solicitud de indemnización por daños y perjuicios. El representante de Aeroflot, como era de esperar, respondió que estábamos en nuestro derecho.

No merece la pena seguir detallando el resto de la entrevista que tuvimos con Valery Smirnoff. Menos mal que, finalmente, nos tomamos el asunto con filosofía y unas buenas dosis de humor. Comentamos que dentro de poco, la marca Matsukov sacaría unos telescopios especiales para observar eclipses, con un no menos especial variador de frecuencias, a los que a lo mejor, incluso, llegaría a bautizar con el nombre de “Cosmosurchof” . A lo mejor. A lo mejor ...

Son cerca de las doce del mediodía, cuando Genebriera nos comunica que su hermano nos envía las llaves a través de un pasajero que viaja hacia Madrid en vuelo regular de Iberia. Hubo de hacerlo así, porque tanto los pilotos, como las azafatas del aparato se negaron a recoger las llaves para entregárnoslas. La verdad es que no podemos comprender la actitud del personal de vuelo de ese avión. Bueno, sin embargo, lo importante en estos momentos es que las dichosas llaves ya están en camino.

Después de varias confusiones que hemos tenido con las llegadas de aviones, al fin hemos podido localizar al pasajero que transporta las llaves. Este, dicho sea de paso, ya ni se acordaba, según nos manifestó, que llevaba esas llaves.

Ya con las llaves en nuestro poder, retornamos al hotel, en donde nuestras compañeras nos aguardaban. Luego, Genebriera coge un autobús y se va a buscar su coche. El resto del grupo aguardamos su llegada, tomándonos unas cervezas en el bar del hotel.

Hacia la una y cuarto retorna Genebriera con su automóvil. Acto seguido, embarcamos todo el equipaje, principalmente, en el “Land Rover” de Fredy y ... ¡TARARIIII!!!, a la una y media emprendemos la marcha hacia Barcelona.

13h 40m: Barcelona a 604 km.
13h 53m: Alcalá de Henares.
14h 07m: Zaragoza a 274 km.
14h 11m: Zaragoza a 264 km.
14h 26m: Zaragoza a 248 km.
14h 44m: Zaragoza a 227 km.
14h 50m: Un magnífico parador de carretera nos impone hacer una alto en nuestra ruta.Por fin, después de muchos días hemos podido comer como señores. ¡Qué placer resultó el que cada cual pudiera pedir lo que le viniera en gana (nunca mejor dicho), desde pochas, sopas de pescado, espárragos, lenguado, costillas de cordero, escalopines de lomo, vino fresco, cerveza, postre del tiempo, helado, café, coñac y un “Alvarazo”, cuyo humo nos llenaba de voluptuosidad.

En esos momentos, veíamos muy claro lo que significan estas cosas que para muchos no son europeas y deben de cambiar. ¡Pues que se queden tales adalides de europeísmo con sus siglos de hamburguesas y que nos dejen a nosotros con los nuestros de buen llantar y mejor vino!

El menú, globalmente, nos costó 6006.- pesetas

16h 40m: En marcha otra vez

16h 43m: Zaragoza a 219 km.
16h 54m: Zaragoza a 203 km.
17h 00m: Zaragoza a 194 km.
17h 06m: Lérida a 329 KM.
17h 10m: Esteras. Altura 1.116 metros.
17h 58m: Zaragoza a 123 km.
16h 20M. Estamos ya a 220 km. de Madrid.
16h 26m: Calatayud (Pasamos sin preguntar por la Dolores. ¿Lástima!).
16h 43m: El Fresno. Altura 785 metros.
18h 45m: Zaragoza a 68 km.
19h 05m: Gas
19h 25m: Estamos a 303 km. de Madrid.
19h 40m: Zaragoza
19h 43m: Lérida a 143 km.
19h 45m: Hacemos un alto en el camino para tomarnos una cerveza y vaciar nuestros depósitos internos.
2oh 32m: En ruta nuevamente.
20h 58m: Lérida a 114 km.
21h 02m: Barcelona a 264 km.
21h 11m: Barcelona a 252 km.
21h 25m: Barcelona a 234 km.
212h 27m. Estamos a 395 km de Madrid.
21h 31m: Lérida a 64 km.
21h 37m: Barcelona a 212 km.
21h 55m: Fraga.

A partir de esta hora y por falta de luz ya no se pudo realizar ninguna anotación en el Diario de Bitácora.

El grupo expedicionario llegó a Barcelona hacia las once largas de la noche. Concluía así la Segunda Expedición Cosmosur, coronada, como la primera, con un rotundo éxito.

Aquí, sólo resta desear buena suerte a ese cuaderno que reposa ahora en una vieja librería, aguardando esos días de junio de 1983 en que Cosmosur se pondrá nuevamente en acción para realizar su tercera expedición. Esta vez será con rumbo a Java, en donde el once de junio de ese año tendrá lugar un importante eclipse de Sol (Aunque pienso que para aquel entonces, llevaré un nuevo cuaderno. Así que si la expedición JAVA-83 se lleva a efecto, las notas de viaje quedarán reflejadas en el que sería el tercer cuaderno de esta serie que inicié con el de KENIA-80).

F I N



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